viernes, 16 de julio de 2010

Mundial hipérbole (5 mg.)

Al igual que la primavera, el mundial de fútbol ha venido y nadie sabe como ha sido, ni por qué ha sido, ni si ha habido preavisos, ni nada de nada. De golpe. Darnos la enhorabuena porque no siempre ganamos un mundial de fútbol. Bueno ganan los jugadores nosotros no ganamos nada. Felicidades por lo que nos toque, aunque después de la final vamos a seguir igual de tiesos, los jugadores se han embolsado cada uno seiscientos mil euros que se dice pronto, o cien millones de las antiguas pesetas rubias que también se tarda poco en decirlo, leñe. La mitad de ellos sin jugar un solo minuto. En lo referente a la final es de justicia destacar que los holandeses son unos sucios y malos jugadores. En vez de la legendaria naranja mecánica debería llamarse la naranja podrida. Qué despliegue de patadas de kárate, entradas segadoras y llantos al árbitro. Me siento mejor al decirlo. Si algún holandés tiene algo que decir que me lo diga. Menuda pica en Flandes hemos puesto y nunca mejor dicho. Destacar la catástrofe francesa que no ha pasado de la primera ronda y es que sin Zidane y su equipo el entrenador ha convertido eso en una casa de lenocinio. La catástrofe italiana, la caida de Brasil y sobre todo la de Argentina con ese entrenador que no recuerdo ahora como se llama. Sobre entrenadores digo que Vicente del Bosque no es un mal entrenador (no olvidemos que es el mejor que ha tenido el Real Madrid en muchos años) lo que pasa es que se ha encontrado una máquina perfecta creada por Luís Aragonés que fue cesado por un tal Hierro y un tal Villar. Caprichos de la vida.

Desde otra perspectiva más jocosa aunque no por ello menos seria, el mundial no tiene los mismos efectos físicos y psíquicos sobre la gente. Dentro del abanico de efectos, hay varios tipos de sintomatologías o reacciones meridianamente contrastadas y diferenciadas.

En un primer grupo de personas, el mundial, en dosis elevadas, provoca hastío, cansancio, sordera, afonía y a posteriori, hernia de hiato. Estos están inducidos por dosis elevadas de partidos vistos junto a varias personas a las que también les guste mucho el fútbol y acompañados con cerveza fría, ganchitos, pistachos, pipas, etc. Ojo con los ganchitos a la hora de ir al servicio porque todo lo que tocan lo vuelven de color naranja. Otro factor importante de cansancio se debe a las nuevas televisiones planas, véase plasmas, LCD´s, LED´s, o HMFJS´s, que la gente se compra tamaño sábana de matrimonio aunque su comedor tenga cuatro metros cuadrados. Esta imprudencia deriva en dolores de cuello, tortícolis, ataques de lucidez, varias catarsis seguidas, complejo de culpabilidad y ganas de acostarse. También en estas personas se da una lucha interior y ascética, similar a Santa Teresa cuando veía cosas y la liaba. La batalla interna se da entre ver el partido de las cuatro de la tarde con el calor y la flama libre y sueltos por toda la casa o dormir la siesta después del gazpacho y el plato alpujarreño pensando en el ventilador nuevo. El factor partido soporífero influye mucho en nuestra desgana, nuestra desidia y en nuestras bocas abiertas por el sueño. También pertenecen a este grupo la gente tumbada en la piscina o en la playa pegados al ordenador portátil, a la tele del chiringuito, a la radio, o a sus pensamientos propios mismamente. Estos pueden experimentar alteraciones gastrointestinales viendo el partido de las cuatro, sobre las cuatro y cuarto más o menos, normalmente tras beberse el café con hielo encima de los calamares y de las sardinas. No falla en un 90% de casos.

Nos encontramos también a un subgrupo de gente que va al trabajo pero rara avis y en porcentajes cada vez más pequeños ya que la madre crisis (en estado embrionario también llamada recesión) ha parido cuatro millones más de espectadores para el mundial. Parado arriba, parada abajo.

En un segundo grupo los síntomas son euforia, proferir tacos muy contento en un bar durante dos horas sufriendo síndrome de Tourette y en menor medida trastornos bipolares y de personalidad múltiple. Nótese también la tendencia de estas personas a utilizar el plural mayestático, para hablar de su equipo favorito como si fuera una posesión suya o del membrillo con el que están viendo el partido. Es tal la campaña publicitaria que parece que cobren algo a final de mes del club que defienden con uñas y dientes. También se conocen trastornos como el síndrome “te quiero tio, no yo te quiero más” tras la octava o novena cerveza, o el típico de la cancioncita del camarero una de mero, o las típicas frases tipo Chiquito de la Calzada, como “cobarde, te mueves menos que Vicente del Bosque celebrando un gol”, etc. El mundial supone un mes temible para los camareros porque tienen que armarse de valor, heroísmo, empatía y tacos nuevos para aguantar sin llegar al contacto físico con hooligans de uno o de otro equipo. La euforia puede derivar, hacia el final del mundial o incluso antes, ya en los cuartos de final, en episodios de ansiedad, hipertensión arterial, síndrome de abstinencia, depresión y trastornos alimenticios de diversa índole.

En el tercer grupo la persona experimenta rechazo directo parecido a un periodo refractario traducido en reacciones alérgicas como urticaria y estornudos, cefaleas, nauseas y en un tanto por ciento minoritario, migrañas. Este tercer grupo se da principalmente en mujeres de mediana edad y poco probable en hombres, aunque hay algún caso. A los dos primeros grupos les gusta el fútbol, al tercero ni se lo nombres o nos exponemos a chichones, erosiones, arañazos o algún hostión producido por un ataque de ira. En este grupo suele haber una batalla diaria por el mando a distancia de la tele, porque uno quiere ver el fútbol y la otra quiere ver todo menos el fútbol y si hay niños de por medio hay que ver el maldito canal Disney o el maldito canal Clan, donde sale ese dios infantil, sempiterno, ubicuo y amarillo llamado Bob Esponja.

Mencionar el paisaje urbano sembrado de banderas como después de la batalla, esta vez victoriosa, por todas las casas como salvoconducto que nos libre de algo y que a mi me recuerdan a bienvenido mister Marshall. Hay gente que tiene en su casa la banderita que venía con el periódico doblada en un cajón o en el revistero junto a la Interviú y a la duquesa de Alba.

Esas fuentes de todos los pueblos llenas de gente con los cables cruzados, dando alaridos, nadando en dos dedos de agua y tocando el pito del coche y las narices de los que están en su casa. Gente que quiere dormir o que ha elegido la opción de estudiar, leer un libro, ver una película o estar en su sofá porque simplemente les apetece. Aunque creo que es para celebrarlo porque no siempre se es campeón del mundo. Pienso que la cuestión de la celebración es como el tema de los toros, al que no le gusten que no vaya a la plaza. Haced lo que querais respetando a los demás y sin molestar a nadie. Buen lema para una sociedad.







José Miguel Casado García