lunes, 27 de febrero de 2012

El ecosistema de Juan

      Juan Peribáñez. Líquido a percibir: 3.567,34 euros. TI. Todo incluido como en un crucero. Eso es lo que ponía en la última y lejana nómina de Juan antes de irse a su casa por despido. Con la nueva reforma laboral le han despedido, después de unos cuantos años, por “razones objetivas” y le han dado 20 días por año en vez de 45. Razones objetivas son por ejemplo, que la empresa ha ganado un poco menos que el año pasado, pero aun así sigue teniendo beneficios. Hace un mes que terminó de cobrar la última prestación por desempleo y ahora va a pedir la ayuda familiar. Ayer estuvo en un polígono industrial y dio 35 currículums en 35 empresas diferentes. 35 años. Soltero. Su novia enfermera le acaba de dejar plantado después de cuatro años. Joaquin Sabina dice que si el dinero no entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Correcto. Juan está desayunando en la cocina, café con leche y media tostada de aceite. Se dispersa con el olor de la cafetera, de las tostadas y el ruido del bullicio de la calle. Piensa que hay alguna ventana abierta. Juan vive con su madre. Está en paro porque en su empresa han hecho un ERE y han despedido a varias decenas de compañeros fijos-discontinuos como él. Es licenciado en historia pero eso en este país no es importante. Haciendo zapping pasa por el carrusel de todos los canales de la tele. Se para en uno de noticias. La presentadora dice que están aplastando a mujeres y niños en Siria por culpa de un dictador que no se quiere ir y con la ayuda de Rusia y China en la ONU, nada ni nadie le impide dejar de masacrar a su pueblo. Juan bebe un sorbo de café y se rasca un ojo. La presentadora de las noticias sigue diciendo que Francisco Camps aparte de haber salido airoso de un juicio acusado de cohecho impropio y aceptar regalos a cambio de favores, ha obtenido la calificación Cum Laude en la lectura de su tesis sobre la ley electoral en una universidad que se creó bajo su mandato. Por cierto la tesis tiene faltas de ortografía. Juan mastica un trozo de tostada mientras intenta asimilar lo que oye. La periodista sigue diciendo que el juez Baltasar Garzón ha sido apartado de la carrera judicial por once años. Ponen fin a su carrera como juez, por ordenar escuchar los teléfonos de abogados corruptos con clientes corruptos. Ha sido juzgado por un tribunal supremo que es un consejo de sabios de la tabla redonda casi octogenarios y que aún no ha hecho la transición del franquismo a la democracia. Los mismos jueces que también lo han juzgado por investigar los crímenes de la dictadura. Linchamiento judicial se llama. Juan se despereza y sigue las noticias embelesado moviendo los labios a la vez que la presentadora y levantando las cejas al mismo tiempo que ella. El sabor del café le amarga la boca. Recuerda que tiene una lista de la compra pegada con un imán con forma de plátano en la puerta del frigorífico que su madre le ha dejado antes de irse al trabajo. Su madre está limpiando casas por horas. La tele sigue sonando. Iñaki Urdangarín solicitó no ser grabado durante su declaración ante el tribunal que lo juzga. Se aceptó su petición. Acaba de salir de declarar después de 22 horas. Justicia igual para todos. Dice que él no sabe nada de nada y que la culpa la tiene otro. La portavoz de Consejo General del Poder Judicial al principio de una entrevista dice que todos los acusados son iguales ante la ley y al final de la misma entrevista dice que NO todos los acusados son iguales ante la ley. Considera muy graves las palabras que ha oído de la gente y de algunos políticos sobre el tribunal supremo y su condena a Garzón. Para ella son graves las palabras y las opiniones de la gente, pero la condena en sí no es grave y que tenemos que estudiar tanto como ella para comprenderlo y que nos la cojamos con papel de fumar para hablar de estas cosas y chitón todo el mundo. Anuncios. Cuando vuelven las noticias otro hijo de puta ha matado a su mujer en Barcelona. La pareja tenía dos niños de corta edad. Juan atiende una llamada al timbre. Es el cartero con un certificado de la seguridad social en el que le cuentan que aquella vez que estuvo de autónomo no está muy clara. Que tiene que aclararles unas cosillas. Factura de la luz y factura del teléfono. La presentadora de las noticias sigue hablando. Spanair ha quebrado y sin previo aviso se quedan en el paro casi cuatro mil personas. Mientras, el gobierno ha aprobado la reforma laboral por decreto en la que el despido será de 33 días por año trabajado y bajando. Aprobada por decreto es que los sindicatos y la patronal no se ponen de acuerdo ni en el color del caballo blanco de Santiago. Y el gobierno la aprueba unilateralmente raudo y veloz. Juan bebe el café ya casi frio y deja la mitad de la tostada sobre el plato. Barre el suelo de la cocina pensando en la carta certificada. Se ducha y se va a hacer la compra. En el coche recuerda que tiene que pasar la ITV mañana y que tiene que llenar el depósito. Casi un euro y medio el litro de gasoil. El mismo gasoil que el de los camiones que abastecen los supermercados de comida. Cualquier día se liará bien gorda. La radio del coche dice que al terminar este año podemos rozar los seis millones de parados y que los beneficios del primer banco de España cayeron un 21% en el primer semestre de 2011, hasta 3.501 millones de euros. Tiene cojones, encima si no puedes pagar la casa te la quitan y tienes que seguir pagando la deuda al banco. Eso es robar. Ojo han cambiado eso. Tienes que acreditar que tu mujer se prostituye y tu estás pidiendo limosna con los niños en la puerta de un Mercadona si no, tienes derecho a que te quiten la casa y la sigas pagando. Juan suspira resignado al ver a un gorrilla señalarle un aparcamiento.


                                          José Miguel Casado ©


viernes, 24 de febrero de 2012

L I F E

                    Tengo en las manos un libro que acaba de salir de la editorial Lunwerg sobre los Grandes Fotógrafos de la revista LIFE. Una de las revistas más populares y longevas de la historia del periodismo que empezó su andadura en 1883 y hasta 1936 fue una revista de humor y de información general. De 1936 a 1972 fue una publicación semanal más centrada en el fotoperiodismo. Del año 72 al 78 fue una revista mensual que salía como números especiales, como mera revista mensual de 1978 al 2000 y como suplemento semanal de varios periódicos de 2004 al 20 de abril de 2007 en que cesó su edición impresa. Tras este breve resumen de la biografía de LIFE tengo que decir que hemos perdido una verdadera vida. El hueco dejado es tal que se nota el coste precioso y el significado de una vida con su desaparición. Pero deja el vacío de muchas vidas. Con permiso de la agencia Magnum, la revista LIFE albergaba en sus páginas desde una guerra hasta documentos tan impresionantes como por ejemplo los efectos de la gran depresión o la cara de una mujer al enterarse del asesinato de JFK. Muchos fotógrafos están hechos de una pasta especial. Los fotógrafos de LIFE arriesgaron sus vidas para llevar la intimidad al reportaje de guerra. Robert Capa que estuvo en Omaha Beach en los primeros desembarcos del amanecer del día D, dijo la frase: “Si tus imágenes no son lo bastante buenas es que no estabas lo suficientemente cerca.” Lo que significa exponerse al peligro. A un peligro que ellos consideran el precio que hay que pagar por una buena foto en una guerra. Evitando todo lo posible pagar ese precio, traspasar esa línea límite tan fina, depende de si estás a un lado o al otro y significa estár vivo o muerto. La vida o la muerte por muy pocos centímetros . Ese es el riesgo de sacar la foto de tu vida. Capa no murió en Omaha Beach bajo las balas alemanas sino en 1954 al pisar una mina terrestre en Indochina.

El libro de los Grandes Fotógrafos de LIFE es un compendio de imágenes que son un deleite, un lujo y un regalo para los ojos del observador. Toda persona con alma de fotógrafo, ama la fotografía. Los fotógrafos de LIFE son francotiradores de la cámara que con paciencia infinita esperan a que surja el momento, el instante preciso que pasa y que a lo mejor ya no se repetirá nunca. Aman lo que ven y les encanta estar allí para hacer lo que hacen. Así podemos ver cómo jugaban los niños en las calles de la Roma de los años 50, la infamia de los campos de concentración nazis, las caras de los desempleados de 1939, impresionantes imágenes de la guerra de Korea o Vietnam, la belleza plástica del ballet Bolshoi de Moscú o la cara de los niños que ven un teatro de marionetas en las Tullerías de París en 1963. Los fotógrafos de LIFE son los testigos de excepción en una guerra o en el día a día de un médico rural de la Norteamérica profunda de la década de los años cuarenta. No hay truco para tan buenas fotos. Solamente hay que pasar lo más desapercibidos como sea posible. La empatía es el corazón de la fotografía pero sin tomar partido en el hecho histórico. Así con la discreción de la humildad como única arma, podían sacar en la expresión de la cara de un soldado todo el significado de una guerra. Las fotos de LIFE son la personificación de la historia. Las fotografías de este libro son una ventana al pasado y a los sótanos del siglo XX. Por eso la imagen fotográfica es el ingrediente fundamental y objetivo del hecho histórico. Generalmente los que escriben la historia lo hacen desde su punto de vista. Así un hecho objetivo lo encontramos contado de muy diferente forma en unos libros o en otros, escritos cómodamente por historiadores desde un sillón sin poner en duda, claro está, el trabajo de investigación. Pero no es lo mismo. Muy pocas veces el historiador está allí para presenciar y describir objetivamente el hecho histórico en sí. Los fotógrafos de una guerra pueden pagar con su vida por dejar constancia de lo que han visto y lo que relatan sus negativos de ayer o sus tarjetas digitales de hoy. Esa es la verdadera y única historia. La imagen de lo que pasó es esa y no otra. Los Grandes Fotógrafos de LIFE es un libro de historia imprescindible que debería enseñarse en las escuelas.

                                                            José Miguel Casado ©

sábado, 18 de febrero de 2012

Los jubilados

       Son las nueve de la mañana y el supermercado abre a las nueve y media. Ya hay gente esperando para entrar y coger los primeros números de la panadería, de la frutería, etc. Tres grados bajo cero en una mañana soleada de febrero. Tensa espera y ansiedad. La edad de las personas que hay esperando supera los 65 años. No falla. Todos con su pijama bajo el pantalón. Más de una cadera se ha roto con las carreras sobre el suelo encerado hacia los números. En el suelo ya están pidiendo entre gritos de dolor una indemnización. Pasado el momento crítico de la apertura, dos jubilados hablan frente a la frutería. Los dos tienen una mano ocupada con bolsas de la compra y esperan que les toque la vez en la frutería. No se veían desde hace un mes en el baile del hogar del pensionista. –Gabriel cómo estás hombre no te veo desde el baile. Pepe hace gestos con la mano que le queda libre de bolsas. No veas como pegué cebolleta. –Tú lo que eres es un degenerao, le responde Gabriel. Oye ¿has pagado lo del viaje a Fuengirola?. Sí, pero voy a ir porque vamos pocos que si no, no voy. A mí no me verás con el Imserso porque va mucha gente y siempre hay que estar levantándose a las siete y cuarto para las visitar una capital en la que no estás y unos monumentos que están en el quinto pino. Que si ahora pa Toledo que si ahora pa Cuenca y siempre está el listillo que da el peñazo porque sabe lo que pasó allí o porque la mitad están meando y la otra mitad están comprando roscos y hay que esperarlos a todos. A Pepe se le infla la vena del cuello y para de hablar para coger aire. –Y yo así no voy a ningún lado porque no estoy para esos trotes. Yo mis viajecicos con poca gente y mis bailecicos y a arrimar cebolleta. Pepe es soltero desde que nació. Ya tiene 66 años y es jubilado de Telefónica. Un tio con pasta. En el hogar del pensionista le dicen “el chico de oro” pero él no lo sabe porque allí son muy discretos y sólo se dedican al dominó, al rentoy, al tute y al vino. Una guarida de espías, vamos. Todo amenizado con el soniquete de Manolo Escobar, Antonio Molina o la tele con el fútbol. Gabriel es un hombre de setenta años y mecánico jubilado. Es el encargado de echar la primitiva. Algunas veces se queda con algún dinerillo antes de repartir cuando toca algo, pero ya no se fía porque Pepe anda últimamente muy espabilado y sabiondo y está a la que salta. Gabriel es afiliado a un partido político y su mujer a otro partido diferente. Por eso cuando viene muy serio por el hogar del pensionista, es que ha discutido con la Puri. ¿Qué te pasa Gabriel?, nada que la Puri me ha fundido los plomos. La Puri ha llevado siempre una vida recta e impoluta y no ha faltado ni un domingo a misa desde que estaba en la sección femenina cuando era una muchacha de provecho. En cambio su marido Gabriel lleva toda la vida bregando en una multinacional trabajando de mecánico y es un rojazo y un ateo. Pepe sigue hablando de sus viajes a Fuengirola y de cuando estuvo en Benidorm viendo alemanas y a la ignífuga María Jesús y su acordeón. No veas qué tía. No se quema ni envejece. Pepe vive con su madre que tiene 96 años y está como una rosa, como él dice. Aunque viene una chica colombiana de treinta y tantos años a cuidarla y a la que Pepe no deja de imaginarla sin ropa. Pepe es un viejo verde. Manolo el “muelleguita” es el camarero del hogar del pensionista. Es un hombre ojeroso, taciturno, de sonrisa pirata porque le faltan unos cuantos dientes y tiene la boca como un escaparate de bastones. Es un hombre de movimientos lentos por eso es el camarero de los pensionistas. Ninguno es que sea muy rápido de movimientos que digamos y lo de “muelleguita” se lo puso algún gracioso de los que lo ven todos los días. A Manolo le pierde el tabaco y como es un fumador empedernido de Ducados, sale a fumar fuera cada quince minutos sin perder de vista la barra porque hay muchas manos largas entre los tahúres del Mississippi. Si no sale a fumar se le nota nervioso y cada vez más lento de movimientos como si se le acabase la batería poco a poco. Su amor por el tabaco le llevó una vez a cogerle prestados a su nieto un par de cigarros a escondidas. Lo malo es que estaban aliñados con una rara hierba jamaicana. Ese día Manolo ponía los vinos y las tapas con una extraña sonrisa y decía que era Charlie. El de los Ángeles de Charlie.

                                             José Miguel Casado ©

lunes, 13 de febrero de 2012

Los monguis

             Fue una mala elección. Comprarle al moro Ahmed “Carauvapasa” esos monguis fue una mala elección. No es que costaran muy caros, unos sesenta euros, sino que ahora estaban dentro de una película de dibujos animados y no sabían cómo salir. Julio y Pedro. Pedro y Julio. Dos amigos de la infancia que ahora uno se cree que es un chicle y el otro ve como las palabras de la gente vienen hacia él y explotan delante de su cara antes de comprender nada. Ni oye ni comprende nada. Pedro trabaja en un laboratorio y cuando era pequeño sobrevivió a un accidente de bicicleta. Cayó por un terraplén de diez metros. Un brazo roto y una brecha en la frente. Su madre le dijo que no cogiera más la bici. Pero ni puto caso. El niño iba en bici a todas partes. Doña Úrsula era la señora del kiosco de las chuches donde Pedro se gastaba la paga. Era un kiosco muy sui géneris. Tenía un patio con mesas y sillas en las que se sentaban los hombres a beber vino y jugar al dominó. En el kiosco de doña Úrsula también se vendía vino y cerveza aparte de garguerías. En aquel tiempo Pedro le compraba chicles y pipas. Su madre compraba aquellas patatas fritas a granel que estaban de vicio y que hacía la misma doña Úrsula. Pedro trabaja en un laboratorio de control de calidad de juguetes. Aplasta cabezas de barbis, quema ositos de peluche y le arranca la cabellera a muñecos cabezones sin piedad. Su amigo Julio trabaja de cartero ocasional haciendo sustituciones. Menudo caos Correos, dice él. Julio de pequeño ganó un premio en un concurso infantil de televisión. Ganó unas acuarelas y un parchís. Se quedó segundo. El primero ganó una Torrot BMX. Desde entonces es un resentido. Julio fue un empollón hasta 5º de EGB. A partir de las divisiones por dos cifras, se jodió todo. En el instituto, letras puras por supuesto. En clase de educación física en 2º de BUP, se partió la mano al caer de la barra de equilibrios cuando vió el escote de una chica que creía que todavía no tenía ese escote. Ahora Pedro y Julio están intentando salir de la película de dibujos animados en la que se han metido por culpa de las setas alucinógenas que le compraron al moro Ahmed alias “Carauvapasa”. Personaje de los bajos fondos, ex legionario, camello de poca monta y feo de cagarse. Ahora Pedro se cree que es un chicle y se pega a las paredes con los brazos y las piernas abiertas, hecho un San Andrés. Si se despega de la pared le da mucho vértigo y se marea y grita pidiendo socorro y diciendo. –¡Julio, Julio, lo veo todo en 3D como en el cine!. -¡Ayudame!. Julio, por su parte, ve las palabras salir de la boca de la gente y éstas explotan ante él antes de llegar a entenderlas. Pone la cara como si le hablaran en chino. Está cagado de miedo. Cuando la tarde se va y empieza a oscurecer llevan veinticuatro horas alucinando y la peli de dibujos animados que es su vida, termina. Pero poco a poco. Los dos están sentados en un banco del parque recordando los años de escuela a carcajadas. El efecto de los monguis se ha diluido en sus cerebros como un terrón de azúcar en un vaso de leche caliente. Un perro destartalado se para ante ellos y los mira extrañado. En ese mismo momento un taxi está a punto de atropellar a una vieja que cruza la calle por donde no debe. La vieja esgrime su bastón como una espada de madera, con esa rabia asesina que les sale a los jubilados cuando el planing del día que tienen previsto en el cerebro se les desvía un milímetro. El taxista manda a la vieja a la mierda y se va. Pedro y Julio sentados en el banco miran la escena en silencio y vuelven a reírse sin parar. La cabeza les duele como nunca. Es una olla a presión llena de recuerdos de muchos colores gracias a su experiencia alucinógena con los monguis. – Somos unos gilipollas por lo que hemos hecho. –Por eso los llamarán monguis digo yo. –Menudo viaje. La virgen. Todo esto muertos de risa.


                                                    José Miguel Casado ©

viernes, 3 de febrero de 2012

Sábado bizarro

             El café caliente es un bálsamo reparador y bendito que como una necesidad fisiológica te alivia y te reconcilia con un mal día. Pongamos que ese día es sábado. Una mañana de sábado medio laborable. Los sábados me ponen nervioso porque no me entero si son laborables. Son incómodos hasta las tres de la tarde más o menos. ¿Si el jefe me dice que vaya el sábado a trabajar, voy? Ni idea. Sabat. Los judíos sí que lo tienen claro. No mueven ni un músculo innecesariamente los sábados. ¿Irán al baño o esperan hasta el domingo?. Para mí el sábado, es un día limbo. Otro sorbo de café. Recomiendo mi cafetera. Es una Ufesa, que aunque vieja, es la mejor que conozco. Mucho mejor que esas pijadas de cápsulas de George Clooney, que hasta Dios quiere una. Cojones con los caprichos y los caprichosos. No tendrá nada mejor que hacer a su edad. Café en cápsulas. Si nuestros abuelos levantaran la cabeza cuando hacían el café en un puchero. Dentro había café o lo que fuese y fuera esperaba sobre la mesa de la cocina, ese jarro de lata resistente a los golpes y a la historia que junto a los sellos de las cartas, era un icono del siglo XX. Saboreo el café mientras pienso que la ayuda de Windows nunca me lleva a la solución del problema. La mañana de enero es demasiado luminosa para mí. Ni a través de la ventana. Cuanto más sol hace, más me molestan los ojos. No puedo soportar la luz estridente en mis retinas ni de fiestas ni de soles. El sol de invierno entra por los cristales como un río de luz que parte la habitación en dos. –Buenos días. El señor Murphy (el de la ley) me da los buenos días. En mi casa es plantilla fija. Cuando no está conmigo, está con el resto de la familia. No falla. Es un tipo consecuente con su trabajo. Murphy es un hombre de unos sesenta años. Delgadez asceta, casi mística. Gafas de hipermétrope, calvicie consumada y traje oscuro impecable con corbata y zapatos cordobán de negro impoluto. Me comunican que tengo que poner una lavadora y largarme de paseo con los críos. Murphy dice que nada es tan fácil como parece y que la conclusión que saque siempre será. equivocada. Yo le recuerdo aquel verano que estuvimos en Nerja en el que si en el conjunto de los océanos del planeta Tierra hay una sola mierda flotando, te la encuentras en la playa de Nerja o donde te estés bañando ese verano. También me recuerda que sólo él sabe por qué colocan el prospecto de las medicinas por donde abres la caja. Y aquella vez en el otoño del 93 cuando una herramienta (sea la que sea) cayó por donde más daño hacía. Murphy también me cuenta lo de los cables que se pueden conectar de dos o más formas diferentes, la primera que pruebes es la que causará más daños. Mientras miro el cesto de la ropa sucia pienso si cabrá todo de una vez en la lavadora. Murphy me susurra al oído que meta toda la ropa junta y que en una playa nudista todos suelen estar mejor dotados que yo. A Murphy le gusta dar consejos. No puedes seguir una conversación normal con él sin que te suelte alguno de sus consejos o de sus leyes. Le contesto que algo peor que eso es que haya ropa azul, roja, negra, verde, amarilla, rosa, blanca y no saber si se puede meter toda junta o por separado. B/N o color. –Pues eso que la metas toda junta. Luego suele salir con tonos rojizos. Timbre. Abro todavía en pantuflas. Veo a tres hombres enanos regordetes trajeados como presentadores de telediario y peinados con la raya del pelo en el mismo lado de la cabeza. Me miran. Pienso en si es una cámara oculta o si son los mini Blues Brothers, los de Lego fan club o si son empleados de Willy Wonka. Me da risa cuando los veo escanearme de arriba abajo como tres máquinas sincronizadas. Les pregunto cortésmente qué desean y me dicen sus nombres. –Somos el señor Moody, y los señores Standard y Poors y queremos ver a ese capu… Queremos ver al señor Murphy. –Sabemos que vive aquí. Mi teléfono móvil suena en el bolsillo del pijama. Es Murphy. –No les diga nada distráigalos como sea. Le llamaré de nuevo más tarde. Empiezo a hablar nervioso. –Así que ustedes –les digo a los tres hombrecillos- son los artífices de ese emporio de las agencias de calificación ¿eh?. Me miran como a quien le cuentan un mal chiste. Joder. Están tan bien sincronizados que parecen tres juguetes teledirigidos. Tres pequeñas chimeneas de vaho en una mañana helada de enero -¿Dónde está Murphy? Tenemos que verlo. –No está. Hoy no ha venido. Los tres zapatos derechos de los hombrecillos se mueven como si su dedo gordo quisiera escapar por la impaciencia. -¿Saben ustedes que la ley de Murphy prevalece sobre cualquier otra ley?. –Lo sabemos. Por eso estamos aquí. A partir de aquí, la voz de los enanos se torna oscura y amenazante. –Dígale que como no salga lo convertiremos en basura. O peor aún, dice el señor Poors. En bono griego. Sabe usted de sobra que basta con que nosotros digamos algo y se cumpla al instante. ¿Y sabe usted por qué se cumple? Los tres susurran ahora con los ojos muy abiertos y empinándose al hablar. –Porque nos tienen miedo y lo peor de todo. Porque nos creen. Pero ese cabrón de Murphy no nos teme y su influencia es demasiado grande. Las sienes empezaban a palpitarme y la cabeza me iba a estallar. Cuando desperté estaba en mi cama con una resaca 5XL del viernes anterior. Recordé que estuvimos en una cena con antiguos compañeros de colegio y la cosa se alargó. Había un vaso con algo efervescente en la mesita de noche. Mi mujer y los niños se habían ido de compras. No había nadie en casa. Sonreí y eché de menos a los tres hombrecillos trajeados. A Murphy lo ví poco después. Él nunca tiene resaca.


                                     José Miguel Casado ©

jueves, 2 de febrero de 2012

Justicia tuerta

          Desde que aquel inefable alcalde de Jerez dijo que la justicia es un cachondeo hace más de veinte años, la cosa no ha cambiado mucho. Nos ha tocado vivir a los de mi generación una época peor que la de nuestros padres en lo referente al empleo y la economía. Cinco millones y medio de parados y subiendo cuando escribo esto en enero de 2012. Lo peor de todo es que instituciones como la justicia están entrando en una crisis de valores y de resultados en la que el ciudadano de a pie se siente indefenso. Por lo menos yo. Los tiempos que corren son altamente nocivos para todos. Cuando digo todos quiero decir familias de clase media con hijos y con hipoteca. A la estatua de la justicia se le está curando la ceguera. Por lo menos, del ojo derecho. La dama de la balanza va a salir de carnaval con un parche en el ojo izquierdo, en su nueva condición de tuerta, vestida de corrupto capitán pirata. La crisis es un pastel que se presta a cierta demagogia y que salpica hasta a la justicia. Pedir justicia para unos padres que le han asesinado y violado a una hija es un acto justo y legítimo no un acto de demagogia. Es pedir justicia. Pedir justicia para un juez también es eso. Lo que pasa que pedirle algo a la justicia puede significar pedirle peras al olmo. Algunos dirán que se las arregle él solito. Pero estamos en un país de Caínes, de Sodomitas y Gomorritas y de cogérnosla con papel de fumar por si vamos de cabeza al infierno al instaurar la cadena perpetua. Un juez que juzgan en tres juicios diferentes por tres causas diferentes por si se escapa del primer toro que lo coja el segundo. Algunos juzgadores son ex compañeros suyos resentidos y corroídos por la envidia y la bilis. Cuando Garzón encarceló a media ETA, todos los partidos políticos estaban de acuerdo en decir joder qué bueno era. Que le pregunten a Federico Trillo que ahora rie los males del juez en silencio. Cuando Garzón abre proceso contra los crímenes del franquismo, qué hijo de puta y qué rojo es. Parece que es malo intentar enterrar en cementerios a cientos de miles de fusilados que todavía están en las cunetas de toda España y a los que sus familiares buscan desde entonces. Los buscan no como un acto político como algunos quieren que sea, sino como un acto humano de querer enterrar al padre o al abuelo en un cementerio por si quieren llevarle flores y llorar por fin frente a su lápida. En este segundo juicio, medio mundo se lleva las manos a la cabeza y a muchos se nos cae la cara de vergüenza de vivir en un país que persigue a los jueces investigan crímenes de guerra de una dictadura ya sea fascista o estalinista. Gracias a la acusación del “sindicato” fascista Manos Limpias en las que se ha dejado llevar por el juez instructor (otro ex compañero de Garzón) a modo de “poned esto en la acusación para que salga adelante”. La fiscalía y la defensa están escandalizadas y de acuerdo en que se ha atropellado a Garzón y la parcialidad del juez instructor. El primer juicio al juez juzgado, es sobre escuchas telefónicas “ilegales” de la trama Gürtel y encauzado por el juez instructor ex compañero del reo. Las supuestas escuchas ordenadas por el juez Garzón son en la cárcel entre acusados del caso Gürtel (de la que a estas alturas sólo tenemos la punta del iceberg) Correa y Crespo y sus abogados, pero no para desmontar su estrategia de defensa, como dice el abogado defensor lumbreras y ex compañero también de Garzón, que no puede ser más rastrero y resentido, sino porque los mismos abogados están implicados en movimientos de dinero de los acusados a paraísos fiscales. Cuando se hizo esto se habían detectado previamente movimientos de grandes cantidades de dinero de cuentas de los acusados a Suiza o Belize. Blanqueo es la palabra. El mundo entero está mirando perplejo con la boca abierta y con los ojos de más de 200 periodistas acreditados para seguir los juicios de la vergüenza. Sigo pensando en que la justicia se está recuperando de su ceguera severa y se ha quedado tuerta en un país en el que unos padres ven impotentes que el asesino de su hija no les dice dónde está el cadáver y sólo le caen veinte años de los que no cumplirá ni la mitad, unas fuerzas de seguridad atadas de pies y manos para hacer hablar a un asesino y violador, un juez juzgado por investigar los crímenes del franquismo, unos políticos que aceptan regalos a cambio de favores y no les pasa nada y un yerno del rey que se puede ir de rositas también porque viendo lo que está pasando a lo mejor se libra porque el delito prescribe o porque es rico y poderoso. Que por cierto telefónica le ha renovado el “contrato de trabajo” por cinco años más y a cobrar 1,4 millones de euros por año. Gastos de colegios de los niños aparte. Porque tú lo vales y por lo bien que lo has hecho. Y por tocarse los huevos a dos manos. No hay más ciego que el que no quiere ver. No quiero olvidarme del pobre Miguel Montes Neiro que sin tener delitos de sangre lleva en la cárcel desde 1976 y juegan a enseñarle el caramelo del indulto pero sin dárselo del todo. La justicia es igual para todos. Una mierda como el sombrero de un picador.

                                   José Miguel Casado ©