Decía
con muy buen criterio, Pablo Picasso que “un pintor es un hombre que pinta lo
que vende y un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta”. Por eso
existen algunas ferias de arte. Lamentablemente vivimos en un tiempo que de
tanto reciclar, reciclamos de manera inmisericorde el razonamiento de las cosas
hasta convertirlo en serrín. Materia prima muy abundante en nuestro país y primer
exportador a nivel mundial. Me huelo que alguien que no comulgue mucho con
alguna que otra vanguardia artística del siglo pasado o de este, sea tachado de
abuelete cebolleta. Me temo que sea despojado de las pocas pero dignas
vestiduras de juicio artístico que tenga y se le destierre al descrédito más
absoluto en cuanto opine sobre arte. Si criticas lo abstracto o lo figurativo,
es que no sabes de arte. Eres
un cero a la izquierda artística del arte. Vamos a ver. Joyas literarias
de críticos de arte como: “La tela está totalmente cubierta de color en
expresión estilística de un absoluto horror
vacui”, sobre un cuadro de Pollock de 2,69 x 5,30 metros . Que se dice pronto. El consagrado
Pollock. El aspecto del cuadro parece una tela a la que le han cagado todas las
palomas de Madrid y de Barcelona juntas en una fiesta palomera. Eso vale diez o
veinte millones de euros, no sé su precio pero por ahí andará. Una vez dicho
esto se me arrojará al foso de los leones de la intelectualidad artística (risas)
del país, porque creo que hay mucho
fraude y mucho timo enquistado en el arte desde finales del XIX hasta hoy. Es
lo que pienso. A partir de aquí te tachan de facilón, de demagogo y de previsible,
para arriba. Como una cosa no entre por los ojos y la critiques eres un
populista inculto y cavernícola. Un zote del arte. La realidad es que hay más
pintores abstractos y figurativos que perros descalzos. Desde mucho antes de la
crisis por si suena la flauta y algún millonario ventoleras les compra la obra
por un buen precio. Y el autor seguirá sin saber dibujar una O con un canuto,
toda su perra vida. ¡Ah la picaresca!. ese menester patrio tan antiguo y rancio
como una ramera vieja. Pongámonos migajas en la ropa para que vean que hemos
comido aunque nada tengamos, que hidalgos somos y hay que parecerlo. Apuesto mi
mano derecha y no la pierdo, a que muchos de estos nuevos artistas, ni-nis
tardíos, benjamines bisoños del arte de la estética y la coquetería de
instituto, no saben ni lo que significa la palabra “figurativo”. Y con cuarenta
y tantos largos.
La feria de arte ARCO que acaba de celebrarse
en Madrid es un circo más grande que el de los payasos de la tele. Que no
andarán muy lejos. Los payasos del arte, digo. El incauto espectador que espere
encontrar algo que tenga que ver con el arte, yerra de pleno. Allí podemos ver
desde una caja rota de madera de verdulería, de los 80 eso sí, si no, no vale, tirada en medio del suelo, también una bolsa
llena de basura con su espacio vital y todo o una habitación vacía con el único
arte de un agujero a modo de ratonera en un rincón. El alma se te cae al suelo
y no la vuelves a ver. Si hablamos de
las “performances” hablamos ya de belenes vivientes. Y la gente se queda
mirando como cuando ve una película de Isabel Coixet que al terminar la sesión miras
al de al lado y te ríes y luego te lamentas en silencio mirando al cielo. No
quiero ni pensar lo que esta bazofia le cuesta al contribuyente que si no,
habría guantazos. Cambiaría la R de ARCO por una S con los ojos cerrados y
gratis.
El artista madrileño Eduardo Arroyo dijo hace
tiempo que las críticas a Arco “van a arreciar” mientras no disponga de una
“independencia” y “unas reglas de juego claras”. Confirmó que el certamen no
debe caer “ni en el falso vanguardismo ni en la arrogancia” porque “pueden
producirse disidencias”. La homóloga de ARCO en París (FIAC), ya tiene una feria paralela y disidente, Art
Paris, por culpa de lo mismo que pasa en ARCO. Feria mercantilista con una
forma rara de “cómo se hacen y cómo se nombran los jurados” según Arroyo. Seguimos
igual en el diagnóstico y en el tratamiento. Todo vale en la cueva de los
mercaderes con tal de vender. Me arriesgo a que me pongan el traje espinoso de
la incultura artística más cerril porque no te gusta Jackson Pollock. Que por
lo visto se abstraía mucho y liaba unos follones impresionantes cada vez que
pintaba un cuadro. Sus emuladores de ahora también la lían parda a la hora de
abstraerse y levitar, pero sin quitarse el euro de la cabeza y así les sale.
Por eso se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Yo no es que sepa mucho
sobre arte ni sobre casi nada, pero el año que viene en ARCO me temo que nos
darán más patadas en la cara. Más patadas a nuestra vergüenza llena de
remiendos y de costurones. Que el Señor nos coja con el estómago vacío por si
hay que potar y con suerte alguien nos compra la performance.
José Miguel Casado ©