sábado, 23 de febrero de 2013

ARCO


 
           Decía con muy buen criterio, Pablo Picasso que “un pintor es un hombre que pinta lo que vende y un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta”. Por eso existen algunas ferias de arte. Lamentablemente vivimos en un tiempo que de tanto reciclar, reciclamos de manera inmisericorde el razonamiento de las cosas hasta convertirlo en serrín. Materia prima muy abundante en nuestro país y primer exportador a nivel mundial. Me huelo que alguien que no comulgue mucho con alguna que otra vanguardia artística del siglo pasado o de este, sea tachado de abuelete cebolleta. Me temo que sea despojado de las pocas pero dignas vestiduras de juicio artístico que tenga y se le destierre al descrédito más absoluto en cuanto opine sobre arte. Si criticas lo abstracto o lo figurativo, es que no sabes de arte. Eres un cero a la izquierda artística del arte. Vamos a ver. Joyas literarias de críticos de arte como: “La tela está totalmente cubierta de color en expresión estilística de un absoluto horror vacui”, sobre un cuadro de Pollock de 2,69 x 5,30 metros. Que se dice pronto. El consagrado Pollock. El aspecto del cuadro parece una tela a la que le han cagado todas las palomas de Madrid y de Barcelona juntas en una fiesta palomera. Eso vale diez o veinte millones de euros, no sé su precio pero por ahí andará. Una vez dicho esto se me arrojará al foso de los leones de la intelectualidad artística (risas) del país,  porque creo que hay mucho fraude y mucho timo enquistado en el arte desde finales del XIX hasta hoy. Es lo que pienso. A partir de aquí te tachan de facilón, de demagogo y de previsible, para arriba. Como una cosa no entre por los ojos y la critiques eres un populista inculto y cavernícola. Un zote del arte. La realidad es que hay más pintores abstractos y figurativos que perros descalzos. Desde mucho antes de la crisis por si suena la flauta y algún millonario ventoleras les compra la obra por un buen precio. Y el autor seguirá sin saber dibujar una O con un canuto, toda su perra vida. ¡Ah la picaresca!. ese menester patrio tan antiguo y rancio como una ramera vieja. Pongámonos migajas en la ropa para que vean que hemos comido aunque nada tengamos, que hidalgos somos y hay que parecerlo. Apuesto mi mano derecha y no la pierdo, a que muchos de estos nuevos artistas, ni-nis tardíos, benjamines bisoños del arte de la estética y la coquetería de instituto, no saben ni lo que significa la palabra “figurativo”. Y con cuarenta y tantos largos.
      La feria de arte ARCO que acaba de celebrarse en Madrid es un circo más grande que el de los payasos de la tele. Que no andarán muy lejos. Los payasos del arte, digo. El incauto espectador que espere encontrar algo que tenga que ver con el arte, yerra de pleno. Allí podemos ver desde una caja rota de madera de verdulería, de los 80 eso sí, si no, no vale,  tirada en medio del suelo, también una bolsa llena de basura con su espacio vital y todo o una habitación vacía con el único arte de un agujero a modo de ratonera en un rincón. El alma se te cae al suelo y no la vuelves a ver.  Si hablamos de las “performances” hablamos ya de belenes vivientes. Y la gente se queda mirando como cuando ve una película de Isabel Coixet que al terminar la sesión miras al de al lado y te ríes y luego te lamentas en silencio mirando al cielo. No quiero ni pensar lo que esta bazofia le cuesta al contribuyente que si no, habría guantazos. Cambiaría la R de ARCO por una S con los ojos cerrados y gratis.
      El artista madrileño Eduardo Arroyo dijo hace tiempo que las críticas a Arco “van a arreciar” mientras no disponga de una “independencia” y “unas reglas de juego claras”. Confirmó que el certamen no debe caer “ni en el falso vanguardismo ni en la arrogancia” porque “pueden producirse disidencias”. La homóloga de ARCO en París (FIAC),  ya tiene una feria paralela y disidente, Art Paris, por culpa de lo mismo que pasa en ARCO. Feria mercantilista con una forma rara de “cómo se hacen y cómo se nombran los jurados” según Arroyo. Seguimos igual en el diagnóstico y en el tratamiento. Todo vale en la cueva de los mercaderes con tal de vender. Me arriesgo a que me pongan el traje espinoso de la incultura artística más cerril porque no te gusta Jackson Pollock. Que por lo visto se abstraía mucho y liaba unos follones impresionantes cada vez que pintaba un cuadro. Sus emuladores de ahora también la lían parda a la hora de abstraerse y levitar, pero sin quitarse el euro de la cabeza y así les sale. Por eso se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Yo no es que sepa mucho sobre arte ni sobre casi nada, pero el año que viene en ARCO me temo que nos darán más patadas en la cara. Más patadas a nuestra vergüenza llena de remiendos y de costurones. Que el Señor nos coja con el estómago vacío por si hay que potar y con suerte alguien nos compra la performance.
                                                                              José Miguel Casado ©