sábado, 27 de agosto de 2011

Revueltas en Inglaterra

Todo comenzó con la muerte de un joven tiroteado por la policía. A partir de aquí la locura cabalgó a sus anchas y se desbocó, como un caballo salvaje, comenzando por el barrio londinense de Tottenham y extendiéndose a Enfield alejado bastantes kilómetros del primero. En esto las redes sociales han jugado un papel fundamental, una mecha a la que ha bastado una chispa para incendiarse. Ciudades como Manchester o Gloucester también han tenido disturbios. Jóvenes y no tan jóvenes tomaron las calles durante varias noches seguidas, quemando lo que encontraban a su paso con nocturnidad y alevosía. Hay que distinguir que el fenómeno de la indignación en Inglaterra no es igual que en el resto de Europa o por lo menos como en España. Y digo fenómeno porque es la novedad. Es la palabra de moda que todo el mundo utiliza pero muy pocos saben para qué sirve. Con la indignación en Inglaterra pasa algo parecido a lo de conducir por la izquierda y el volante del coche en la derecha. Que lo entienden de manera diferente, que van a su bola. Los jóvenes ingleses indignados por la muerte de Mark Duggan (así se llamaba el joven que murió a manos de la policía), se dedican a quemar coches y a saquear tiendas en busca de I-pads, videoconsolas, televisiones planas, equipos de música, ropa de marca, etc. En principio los episodios violentos recordaron a los de las afueras de París de hace unos años como consecuencia de la progresiva creación de ghettos raciales. Pero no. Se han convertido en episodios de soldadesca. En Inglaterra se han juntado los factores raciales y sociales, pero a medida que avanzaba el tiempo los factores raciales se han diluido en el gusto por los I-pads gratis ya que son una tentación para todo el que no tiene dos dedos de frente ni de vergüenza. Sea de la raza que sea. Las imágenes en las que se roba a un herido o las de los tres jóvenes atropellados por proteger sus negocios han dado la vuelta al mundo y el mundo no tarda ni dos segundos en calificar a los ladrones como perros. A David Cameron le pilla todo como al que le dan una colleja y no se la espera. Se le queda la misma cara y tarda en reaccionar. Cuando reacciona, apaga las revueltas con mano dura y con penas ejemplares para los ladrones. Sin embargo Scotland Yard se cabrea con el primer ministro por decir este que la policía ha tardado demasiado en reaccionar. Otro motivo por el que la policía está cabreada con Cameron es porque se ha buscado un asesor de seguridad americano. Pues nada que apagado el incendio ahora los juzgados trabajan hasta de noche por la gran cantidad de detenidos y están empezando a repartir unas penas que se van a acordar del día que les apeteció aquella videoconsola gratis enseñando la indignación como un salvoconducto para robar y arrasar. O algo peor. Sigo pensando que el problema de muchas sociedades está en la educación que le damos a nuestros hijos. Sigo pensando que si esa educación no es desde el respeto, el equilibrio y la igualdad entre todas las capas sociales no estamos haciendo nada. Si se crean ghettos de resentimiento, marginación y prejuicios raciales, se crean ejércitos de hooligans y se queman ciudades. Sigo pensando que falta mucha escuela. Soy un antiguo.

 
                                                                                                              José Miguel Casado García ©

viernes, 12 de agosto de 2011

Totus Tuus again

En Madrid hay también árboles que se aguantan a pleno sol para dar sombra como aquí. Compasión y respeto. La ciudad se vacía los veranos porque sus habitantes se han convertido en veraneantes. Como un acto mecánico, se quitan el mono de trabajo y se ponen el disfraz de veraneante. Eso significa que se van todos a la playa en masa o en una serpiente multicolor por la autovía de Andalucía o de Valencia. Cuando vuelven, o los que no se han ido, se encuentran unos artilugios surrealistas hechos de madera por las plazas y por los parques. ¿Publicidad? ¿naves alienígenas?. Los degenerados al ver ahí gente haciendo cola y la primera persona de la fila de rodillas creen que son “glory holes” y alguno ya lo ha probado pero se han llevado un chasco cuando la señora o el caballero arrodillado ha salido corriendo. Y un cura que parece que también estaba dentro. Y un húsar, que diría un amigo mio. Parece que son confesionarios. Miles de confesionarios portátiles, con una forma imposible, como salida de un cuadro de Miró o de una resaca de cerveza tras la siesta. Están distribuidas por todas las plazas y los parques de Madrid como cagadas de paloma. Parece que están ahí con motivo de la visita de susan Benedicto 16 a las Jornadas Mundiales de la Juventud Cristiana. Menuda idea ¿no? Como la del presidente de la conferencia episcopal que va a perdonar la excomunión a las mujeres que se han arrepentido de abortar. Las de estas dos últimas legislaturas, claro, porque con Aznar no abortó nadie. La Iglesia y sus lumbreras. España, ese faro de occidente, tiene la iglesia más ultra, carca y más extrema de toda Europa. La visita del Papa ha creado mucho trabajo. El trabajo de un carpintero de Ávila que se ha forrao haciendo confesionarios.

Parece que miles de mozos y mozas de todo el mundo vienen a ver y a jalear al Papa. No, no son los Rollings, es el Papa, ese ídolo secular de la juventud del mundo. Habrá otros que lo jaleen con dos o tres grados menos de fuerza dentro de la escala del jaleo y del jolgorio pero parece que por unanimidad ninguno tiene otra cosa mejor que hacer que esto. Bueno en honor a la verdad no vienen de todo el mundo. De Somalia no pueden venir porque se están muriendo de hambre y de moscas y allí los jóvenes, ni siquiera pueden llegar a la pubertad. Pero mueren el minuto que los vemos en el telediario. Y ojos que no ven… A la verdad la llaman demagogia. Una vez más el gobierno de España o el de la comunidad de Madrid o el gobierno de donde sea, se va a gastar millones de euros con la que está cayendo en preparar la visita del santo padre. Si es que parece que esto es imprescindible. En pleno siglo XXI parece que traiga una bula bajo el brazo o en un pen-drive para cada uno de los que van a verlo y que los va a salvar del infierno. Creo que esos millones de euros pueden servir para muchas cosas más provechosas como comida, agua potable y medicinas. Pues nada guitarras y banderitas y todos a cantar. En Somalia seguirán esperando y muriendo de esperar y de hambre. Sin más dios que un trozo de pan o un puñado de arroz. Parece que una vez más se pasan por el arco del triunfo lo de que este es un país aconfesional y a la primera de cambio que alguna asociación laica se quiere manifestar, les deniegan el permiso de manifestarse y los tachan de perros flautas. Es para indignarse más todavía de lo que ya estamos pero con una indignación , palabra que afortunadamente nos hemos aprendido y que forma parte del vocabulario hasta del más ágrafo y que algunos eruditos snobs se creen los propietarios de ella, digo que una indignación activa ante esta falta de escrúpulos para gastar dinero público con cinco millones de parados, cientos de deshaucios diarios y bancos más ricos y gente más pobre, etc, etc. Menuda pyme se han montado con el pesebre. Al final el Papa siempre dice lo mismo, que hagáis el bien (¿habrá otro hombre en el mundo que lance más obviedades?) que lleguéis célibes al matrimonio tocándoos lo menos posible, que no os divorciéis, que no abortéis, que no useis condón porque os contagiareis el sida y porque matais a los pobres espermatozoides que no tienen culpa de nada, etc. Pues eso que Somalia se muere de hambre y que a la verdad la llaman demagogia.





                                                                                                              José Miguel Casado García ©

lunes, 8 de agosto de 2011

Diabolus in Musica

Con la canícula, (la Calígula que diría uno de mis ilustrados amigos) los habitantes de las ciudades y de cualquier sitio buscan las sombras frescas de los árboles, de los edificios y de cualquier cosa que haga sombra. Y si puede ser con poco ruido, mejor. Está científicamente demostrado que sentado en una sombra fresquita, tomándote una cerveza helada acompañada de poco ruido o de silencio absoluto, la sensación de frescor aumenta. A la hora de tomarse algo fresquito y a la hora de ver la vida pasar en cualquier ciudad, existen, gracias al Creador, las terrazas de los bares. Ciudades como Madrid, Barcelona, París o Venecia, son ejemplos vivos como si fueran hermanas mayores que nos llevan mucha vida por delante. Sin las terrazas de gastrotapeo y de gourmeteo cervecero fresquito no existirían tampoco los vendedores de cedés, ni los vendedores de relojes falsos, ni los vendedores de lotería, ni los vendedores de perfumes falsos, ni el tinto de verano. Pero una especie aparte son los músicos. Hasta que no nos ponemos a tiro de golpe de acordeón o de violín o de algún instrumento innombrable de alguna república caucásica, no escarmentamos. Hay músicos buenos que pueden hacer de un instante un punto G y músicos menos buenos que te intimidan o te putean y hacen que vivas un revival de la úlcera gastroduodenal o de la hernia de hiato. Mi experiencia me hace dividir a los músicos callejeros en dos grupos: los activos y los pasivos. Los activos son los que van a dar la tabarra allí donde estés y te pueden perseguir si no obtienen lo que buscan y los pasivos mucho más profesionales, te los encuentras en cualquier esquina, plaza o estación de metro y terminan su canción y si quieres les das y si no quieres no les das, pero no te intimidan. Mi via crucis musical, me pasó en una terraza más o menos extensa de un bar de mi ciudad, con compañía. Éramos dos. Sendas cervezas heladas y tapa de chipirones con ensalada. Aparece en escena un acordeonista mal encarado con barba y sombrero de unos setenta años y de algún país del este de Europa sin tratado de extradición con España, claro, (como si es de Málaga, me da igual) y se pone a tocar en la punta de la terraza. Unas veinte mesas. Cuando termina va mesa por mesa pasando el sombrero para recaudar algo. Al llegar a mi mesa decido no pagar el impuesto revolucionario. Acto seguido arranca la misma canción insufrible del acordeón desvencijado pero por lo visto muy famosa en su país y a quince centímetros de nuestros oídos. Mi indulgencia de amable oyente de conciertos de la 2, se disuelve como una aspirina efervescente. Lo miro a los ojos y nos asalta a los dos el mismo pensamiento, “a ver quién tiene más cojones ¿tú o yo?”. A mi cabeza vienen barbaridades y casquerías varias, pero la paciencia es una de mis pocas virtudes. Nosotros a nuestra bola pero hablando en voz alta y el tio dando la brasa. La gente miraba nuestra mesa como diciendo –vaya se admiten peticiones al músico, qué romántico. Aquí no hay santo ni virgen a quien encomendarse. Estás perdido. Por fin termina la sinfonía insufrible y se va sin su recompensa. No me apetecía dar ni un euro por eso, hay gente que lo hizo. O me he vuelto muy carca o no entiendo de música. Prefiero el respeto por la gente y la educación de un mal músico buscavidas que la impertinencia y la soberbia de un Mozart. O de una mosca cojonera.

                                                                                                                José Miguel Casado García ©





viernes, 5 de agosto de 2011

Paco

Paco se está comiendo un bocadillo de atún cuando ve a Zapatero en la tele anunciar que adelanta las elecciones al 20 de noviembre. Se queda con la boca abierta sujetando el bocata con una mano y la cerveza en la otra. –Vamos a ver si el que venga después tiene cojones de arreglar lo del paro porque si no…Paco piensa en los indignados y en los bancos y en la Beretta F92 que tiene nuevecita que le regaló hace años un tipo de cuyo nombre no quiere acordarse y que sigue escondida debajo de una baldosa. En el 4º intermedio del telediario ve un anuncio en el que salen los Amaya cantando “Vete”. Canción de la que no se desprenderá en todo el día porque se pega a su cerebro como el napalm. Paco lleva en el paro dos años y no encuentra nada más que miserias e historias para no dormir cuando va a buscar trabajo. El tic-tac del reloj de la cocina se oye por encima del sonido de la tele y le da a la casa un toque sepia y gris. La figura de Paco viendo la tele con la luz apagada desde el sillón se mimetiza con el gotelé de la pared y los cuadros con escenas de caza. Sombras duras y dramáticas con ese foco único de luz que es la tele, como la luz del final de un túnel. Mientras, piensa que su coche tiene más de cien mil kilómetros y que todavía no lo ha rescatado del lamentable estado en que lo dejó la última tormenta de verano.

Casi todos los días a las 9 de la mañana sale de su casa con la carpeta de currículums bajo el brazo. Por la autovía va pensando en los polígonos industriales en los que va a buscar trabajo. Va pensativo hasta que un BMW lo adelanta a toda velocidad. –Menudo hijoputa –dice- seguro que es un niñato de papá y sabe Dios cómo se ha comprao ese coche. En una fábrica de chucherías le dicen que para qué va a echar el currículum si los van a echar a ellos. Paco ha trabajado diez años en una fábrica de productos químicos hasta que lo echaron con la excusa de la crisis. A las una de la tarde ya está harto de dar vueltas y se va a su casa de vacío. En la gasolinera se tiene que echar su propia gasolina, algo que detesta, y pagarla en la caja. Solo hay un operario para toda la gasolinera con el puto progreso. –No va a haber paro así, coño. De vuelta a su coche se para un segundo que parece una eternidad y mira el horizonte a ras del techo del coche. Ve un mundo de plástico derretido por el efecto de la calima del mes de julio y un espejismo de figuras sumergidas en cristal fundido. Pereza.

Paco está sentado en su sillón favorito cenando un bocadillo de lomo con pimientos, cuando ve en la tele un político de la oposición decir que así no podemos aguantar hasta el 20-N que por qué no adelanta más las elecciones, por favor señor Zapatero. Boca abierta, bocata apretado en una mano y cerveza apretada en la otra. Tos incipiente, sorbo, tos incipiente, sorbo. Ahora cae en que el 20-N es también el aniversario de la muerte de Franco. Menudo día vamos a tener de plegarias y golpes de pecho. Paco oye el tic-tac del reloj de la cocina por encima del telediario de las nueve, del claxon de los coches de la calle y de la vecina peleando con los niños. El tic-tac del reloj de la cocina lo distrae más que cualquier otra cosa. Lo sume en una fase REM que lo postra y lo lleva sin perder la conciencia a un placer tenue e hipnótico con el que no contaba y que no había hecho caso hasta ahora pero que siempre ha estado ahí. Paco vuelve a la tele y ve unas mujeres maduras diciendo que sus compresas son las mejores y que eliminan el olor de las pequeñas fugas de orina. Se duerme poco a poco y en su cabeza se mezclan el paro, el 20-N, la calima, el sabor de los pimientos, el sabor de la cerveza, las tormentas de verano, las fugas de orina, los Amaya cantando “vete”, los indignados, la Beretta y el tic-tac del reloj de la cocina como una cuenta atrás. Paco se duerme en ese cuadro de Caravaggio que es su salón.



José Miguel Casado García ©