lunes, 1 de noviembre de 2010

El día de los Santos



El primer día de noviembre la gente va a los cementerios a recordar a sus seres queridos. Se ponen flores en las tumbas, se adecentan nichos o simplemente se está allí en silencio. No obstante en este país todavía hay miles de familias que no pueden ir al cementerio porque aún no saben donde están sus muertos. Pero esto es para otro artículo. Solo lo digo a modo de recordatorio. El día antes del uno de noviembre, se celebra Halloween. No es que no sea partidario de celebrar la fiesta de Halloween, tan arraigada en las tradiciones seculares de nuestro país, sino que en un par de días oyes la palabra Halloween centenares de veces y se te repite más que la morcilla con alioli. El hombre del telediario pone el rostro de las noticias poco relevantes, pero su cara se transforma en hastío y piensa ¡Dios mío! ¿otra vez me habeis colao esta noticia? Y voluntarioso nos vende la moto.

La dichosa fiesta de Halloween importada de los Estados Unidos como tantas cosas inútiles (políticos o algunas series de televisión por ejemplo) ha venido para quedarse. El mecanismo de Halloween es muy simple. Tiene dos modalidades, la primera es la de hacer el tonto disfrazado de algo que dé miedo, sales por las calles a hacer el payaso o vas a alguna fiesta con más gente haciendo lo mismo . La segunda modalidad es la que estás en tu casa tranquilo viendo una buena película y llaman al timbre cada cuarto de hora grupitos de niños para pedirte caramelos. El panorama que te encuentras al abrir la puerta es desolador, disfraces de brujas, zombis idos de la olla, tullidos con el cuello abierto por un hachazo, cuchillos clavados en la cabeza, caras blancas, ojeras, cicatrices, etc. Pura tradición, vamos.

Por otra parte la cara de cemento armado que tienen algunos espabilados es de tamaño XXL. En tiempos de crisis o te inventas algo o las neuronas te vuelan la cabeza las muy cabronas. La picaresca es una flor que crece en los sitios y cabezas más insospechadas. Al ver la noticia en la tele, no me escandalicé pero me faltó un pelo para vomitar las mandarinas no de asco sino de rabia. Pues resulta que cuando se muere alguien y su familia en vez de enterrarlo lo incinera, hay una empresa que se dedica a tirarte la urna al mar. Soltando la manteca, claro. ¿Llegará el día en que tengamos que pagar por respirar en edificios públicos por ejemplo? O sea que si decido coger la urna con las cenizas de la bisabuela y tirarlas al mar, pues no puedo porque la ley me lo impide y la misma ley no le impide a una empresa cobrarte por hacer lo mismo. ¿y eso no es para nombrarle a sus muertos, sin redundancia que valga al negocio este y al que hizo la ley?. Es un nuevo tipo de funeraria mucho menos engorrosa. Sale el lumbreras responsable de dicha empresa y dice: como vimos que había un vacío legal, pues allí que nos metimos, compramos un barquito coqueto a motor y como para tirar algo al mar hay que alejarse cinco millas hacia adentro, por ley (menuda coletilla nos hemos aprendido en España –por ley- que lo mismo sirve para un roto que para un descosido) pues cogemos a los familiares con las cenizas, les damos un paseo, y previo pago de setecientos euros por garbeo, tienen derecho a una música suave, les leemos un poema y les damos una cajita con pétalos de flores. Ah pronto estaremos en más ciudades. Y se quedó con una cara como si acabara de salir del wáter. El hijoputa.



José Miguel Casado García ©

viernes, 8 de octubre de 2010

Entretiempo

Dice el diccionario de la Real Academia Española que el entretiempo es un periodo de la primavera o del otoño próximo al verano (por acercamiento o por alejamiento) de temperatura suave. Añadiría que el entretiempo no solo viene cargado de temperaturas suaves sino de infinitas afecciones, dolencias, malestares, trastornos, goteras, sufrimientos, padecimientos y demás perturbaciones que nos afectan en mayor o menor medida según los casos, pero siempre nos fastidian y hacen mella en nuestra vida diaria. No como enfermedades en sí mismas, sino como perrerías y plagas que nuestra pobre carne mortal sufre inmersa en este pandemóniun estacional del que somos rehenes. Me falta ir al oráculo de Delfos porque ya ni infometeo.com, ni Florenci Rey, ni la jamona de turno, ni si volviera el mismísimo Mariano Medina me saben decir qué tiempo va a hacer. No ya la obviedad del sol o de la lluvia sino los malditos cambios de temperatura que pasa de extrema a suave que me estás matando. Así arrastro como el que arrastra una carga pesadísima una bronquitis desde hace un mes que me parte el pecho y no se quita ni con friegas de agüita del avellano. La consecuencia de esto es que a los que nos gusta comer, el Señor nos castiga con las penitencias más peregrinas, es decir, el sentido del gusto y del olfato anulados desde que agarré la bronquitis de marras. Esas croquetas, esos cocidos insípidos, esas tortillas de patatas, agua son. Por la mañana hace frío, por la tarde calor y por la noche vuelve el frío. Así pasa lo que pasa. Te abrigas por la mañana y a la media hora estás sudando. Te quitas la chaqueta, errare humanum est, y el frío traspasa tu sudor con una daga tan traidora como la que mató a Julio César. La semilla está sembrada. Por la tarde calorcillo suave, por la noche fresquillo suave. Y sigues sin acertar con el atuendo, vive Dios. El paracetamol, el ibuprofeno, los corticoides, las aspirinas XL, las vitaminas vitaminadas y las pastillicas de colores corren por tus venas y el hígado es la farmacia viviente que intoxicamos y desintoxicamos según nos convenga por salud o por bacanales varias. Te vuelves un experto como los viejos del anuncio del jarabe y sabes de oído si lo que tiene el vecino de al lado es tos seca o tos con mocos. Los resfriados y ese asesino cobarde que cambia de cara según le convenga llamado gripe, campan a sus anchas. Esto en otoño, pero en primavera estamos en las mismas. Empezamos en marzo con un leve cosquilleo en la nariz, lágrimas picantes de nostalgia por el invierno y hasta junio estamos estornudando mocos y acordándonos del que inventó los olivos. Los antihistamínicos nos dan ese sueñecillo dulce que tanto necesitamos para trabajar o conducir. Resumiendo. Que en invierno vivimos muy a gusto con nuestros abrigos de día y con nuestras mantas paduana de noche y en verano con nuestro pantalón corto enseñando la pelambrera y nuestra cerveza fresquita. Pero ese baile de disfraces, de indecisiones, de templanza y de tonos pastel del entretiempo me enferma aún más. Ni el médico sabe si son galgos o podencos y cuando no sabe lo que tienes te dice que --eso anda ahora mucho por ahí---, como si fuera una moda fugaz o ---lo que tienes es un virus que como viene se va---. Qué cachondo el galeno. El entretiempo me cuesta la salud y me toca los cataplines un poquito.





José Miguel Casado García ©


http://www.youtube.com/watch?v=CwE-SLnLkqY

martes, 28 de septiembre de 2010

Historia del mosquito Juanito

Erase una vez un mosquito que nació en un charco cerca de una viña. Se llamaba Juanito. Tardó poco en crecer ya que se crió en un barrio conflictivo, convivía con otros mosquitos que lo llevaban por el mal camino. Sus padres estaban hartos de aconsejarle pero Juanito era un poco cabezota y todos los días le decían Juanito ten cuidaico por ahí que hay mu mala sangre._ pero por una oreja le entraba y por la otra le salía.

Un día el grupo de mosquitos decidieron volar hasta un mercadillo y ponerse hasta la boina de chupar, ellos lo llamaban así, era como su botellón. Nuestro amigo se decidió por una mujer gorda que gritaba ¡Muhere vamo muhere, a sinco leuros, a sinco leuros!_

Al ver esa cara de pan de maiz, Juanito se tiró en barrena hundiéndose en su papada, poco después acabó exhausto y pensó que había matado a la mujer pero esta seguía gritando: ¡a sinco leuros, a sinco leuros!_ . La travesía hacia su casa se hacía un poco larga porque el temible grupo de kamikazes que lo acompañaba, se había ido hace rato. En el camino de vuelta se cebó también con un pobre viejo y con un hombre que montaba en bicicleta, cosa que aprovechó para ir con el ciclista conversar un poco y descansar ya que iban en la misma dirección y prefería sentir el frescor de la brisa en la frente. Se hizo tarde y se fue a dormir.

Al día siguiente estuvo merodeando cerca de la viña hasta que decidió irse a la ciudad pero lo vio todo muy parado. ¿qué coño pasa hoy? Pero si es miércoles ¿desde cuando San Miguel es tan festivo?

Siguió husmeando por el centro y vió una manifestación, le picó a un hombre con barba y con pegatinas rojas en la camisa pero como vociferaban tanto se fue por ahí hasta que se le hizo de noche. Le dolía la cabeza. Veía a los típicos mosquitos colgaos de siempre alrededor de la luz de las farolas volando como posesos. _Que panda de colgaos_ y se metió en un restaurante con la gente cenando o tomandose unas cervezas. Vió allí a los mismos hombres que vió por la mañana con pegatinas rojas en las camisas. Reían y hablaban en alto. –Menos mal que este bar no ha hecho huelga—o algo así decían. El aire era templado, el otoño acababa de empezar, los colores ocres en las hojas de los árboles. Por la noche empezó a refrescar.

La gente también se volvió más gris y ocre como los árboles.

Juanito a su bola, empezó a chupar sangre. Primero empezó por el escote interminable de una mujer joven que había en la mesa de la esquina y acabó por el cogote húmedo de un niño que dormitaba en un carrito, diez mesas después, aquí se libró de morir porque el niño se rascó el cogote con el sonajero y por poco lo aplasta.—Hosti..qué susto la virgen—dijo Juanito.

Ya era la hora de cierre del restaurante y de la jornada. Los camareros decían ¿estos no son los de los sindicatos? Joder pues menos mal que no hemos hecho huelga porque hemos hecho el agosto--.

Al día siguiente el mosquito Juanito, despertó con la misma energía que el día anterior, vió el cielo claro. El día se presentaba fresco por la mañana y templado y agradable por la tarde

Ya veía en su vuelo rutinario que la ciudad se ponía en marcha, que ya no había manifestaciones. Se metió en un bar de esos típicos a eso de las una del mediodía con olor a croquetas y a tortilla. Cuando vió que el bar estaba lleno y la gente rebosaba de cerveza, recordó el título de un disco de Supertramp: ¿crisis? ¿qué crisis?





José Miguel Casado ©


sábado, 18 de septiembre de 2010

Famélica legión

Tengo comprobado ya más de una vez que los enanos crecen. Mis respetos para los enanos-. Cuando oí al ministro de trabajo Celestino Corbacho decir que ahora para cobrar la pensión van a computar los últimos veinte años de trabajo, en vez de los últimos quince como hasta ahora, me empezó a dar un ataque de risa que ya tengo los abdominales como Cristiano Ronaldo. Y encima jubílese a los 67 es por su bien. Vamos a ver unas cuantas cosas antes de que se me infle la…yugular. Los últimos veinte años ¿de qué? ¿de trabajo? ¿de qué trabajo? Pero ¿este hombre sabe lo que dice? No sé si habla de broma o directamente es una falta de respeto hacia los parados. Repito la definición de Barrio Sésamo: para trabajar veinte años por lo menos primero tiene que haber un sitio donde estemos todos los dias ocho horas fuera de casa. Esto se llama trabajo. Pero no hay, Celestino, ese sitio no existe para cuatro millones y medio de personas. Otro dato. No sé si fue al comienzo de la legislatura o en otro momento de este inefable curso político cuando se votó y salió favorable, por supuesto, una subida del sueldo de las señoras y señores diputados. Votación a puerta cerrada claro. Luego Zapatero dice en Oslo que España es un laboratorio de parados, que los parados que estén haciendo un curso no están parados. Este hombre tiene la facultad de decir vaguedades y obviedades todas en fila, un día sí y otro no, con cara de cordero degollado y se queda tan pancho. Sus asesores tienen que echarse a temblar cada vez que salga al extranjero y abra esa boquita de piñón.

Llegará el día que vayamos a la oficina del Inem a solicitar nuestra pensión de jubilación y nos dirá la funcionaria que le enseñemos la fe de vida laboral de los últimos veinte años. Imaginen en la ventanilla de al lado algún exministro para lo mismo y la funcionaria le solicite el dichoso papel, Celestino o Bibiana o Cascos (por poner tres ejemplos) soltarán una sonrisa chulesca y dirán con tono castizo de verbena de la paloma: --perdone es que hemos sido ministros y tenemos una pensión vitalicia a partir de la segunda legislatura. Los últimos veinte años para los romanos que tienen el pecho de lata.



José Miguel Casado García ©

sábado, 14 de agosto de 2010

Entre Sodoma y Nueva York

Desde hace tiempo unos se decantan por una actitud negativa hacia la vida en la ciudad y otros alaban las ventajas de vivir en la metrópoli o por lo menos cerca de ella. Es decir, en lo que ahora se llama pueblos del cinturón, como si la ciudad fuera una señora gorda que entre todos sujetamos.

Hay gente que vive a escasos diez kilómetros del centro y el transporte urbano tarda cuarenta y cinco minutos en llegar porque tiene que hacer la ruta por el cinturón del cinturón. Por las mañanas para ir a trabajar, aparte de los cuellos de botella con colas kilométricas, encontramos una autovía que se nos ha quedado pequeña y no nos hemos dado ni cuenta. A punto de cortarte las venas y ponerlo todo perdido llegas, ya dentro de la ciudad, a calles en las que la gente ha circulado durante dos siglos y medio en una dirección y ahora vas del revés, en otras calles, en cambio, te metes y miras a un lado y a otro escamado por esa tensa calma y esperas una emboscada de municipales o de alguna autoridad y lo que probablemente pase es que tienes tres o cuatro cámaras en el cogote para que no te quiten la multa ni con agua caliente. Ponte guapo que salimos en la foto.

Las pocas ventajas de vivir en la ciudad es que abarca los lugares de trabajo, o de paso, de casi todo el mundo, los hospitales de casi todo el mundo y casi todos duermen fuera de la ciudad. La gente necesita vivir cerca de la gente, necesita el bullicio de la capital, lo que algunos pueblos afortunada o desgraciadamente no tienen y son prácticamente grupos de casas en los que la gente duerme y se desplaza para vivir en la urbe. Es decir el pueblo dormitorio. Esto no es una costumbre, es la forma de vida de algunos pueblos del cinturón, sobre todo los que carecen de la vida que dan los comercios. Por supuesto no pasa en los más alejados de la metrópoli, aunque habría dos tipos de pueblos: los que son grandes en los que la gente encuentra de todo como en la ciudad y no superan los cincuenta mil habitantes y los que todavía conservan una vida rural, aunque sin envidiar en nada los medios y las comodidades de la sociedad urbana. Aquí encontramos la paz, la serenidad y el aire más puro, ternuras bucólicas aparte. Nunca comprendí el tonillo despectivo con la que algún pedante de capital califica a los que vienen de algún pueblo o ciudad más pequeña diciendo “…es que es de provincias”.

Quiero decir antes de que lo olvide que la preocupación por el medio ambiente en las ciudades es creciente y en sociedades como la nuestra, necesaria. Sin embargo las naciones se reúnen para firmar un tratado en Kyoto, en Copenhague o en Villaconejos de arriba pero unos dicen que firman y hacen lo que les da la gana y otros ni firman. Intentan salvar la tierra de los desastres ecológicos que producimos con residuos, centrales nucleares, incendios y mareas negras, pero resulta que la mierda de los países es tanta, que ya no saben donde meterla la entierran bajo el mar, el agujero de ozono creciendo o como hacen los franceses que alquilan un secano de Córdoba y nos comemos aquí sus residuos nucleares.

Yo ya no sé si vivir en la ciudad es óbice (como dice Juan José Millás ¿qué diablos será óbice?) para un repunte de enfermedades tan urbanas como el stress o de índole mental sobrevenidas como paranoias y locuras varias. Incluso el índice de suicidios es mayor que en sociedades más pequeñas. En palabras de algunos sociólogos partidarios de la vida rural, la mayoría de las ciudades son zoológicos humanos. Sin extrañarnos de nada, damos un paseo por alguna urbe de hoy en día (fuera de nuestro país, gracias al Altísimo), y podremos ver ejemplares que se presentan en un instituto o en un colegio, se lian a tiros y muere hasta el apuntador. Esto al otro lado del charco, porque aquí tenemos, quitando el terrorismo de los valientes gudaris, la marca “España profunda” de la que han salido asesinos o violadores de ascensor y portal -que por cierto nunca pagan bien lo que han hecho, con el dichoso tercer grado- hasta lo que pasó en Puerto Urraco por poner un ejemplo gráfico.

En las bíblicas Sodoma y Gomorra que han sido la bandera de la perversión y el vicio de toda la vida, o al menos eso es lo que dicen los curas, es probable que se viviera mejor que en nuestras urbes de hoy en día y la gente fuese todo el día en plan sibarita, rascándose la bisectriz todo el rato y en plan Pepe llena que nos vamos, pero por lo visto fueron unos incomprendidos y aquello acabó como el rosario de la aurora. En ciudades como Nueva York, que ostenta el título de capital del mundo y paradigma de la modernidad multimedia, multicultural, multirracial y multitodo de hoy en día, la gente vive con demasiada prisa y se empana la cabeza de preocupaciones esclavizados por el reloj. No solo en NY hay demasiado stress. Imaginen un ascensor averiado entre la planta ochenta y ochenta y uno. Tampoco tienen un aire para respirar muy limpio que digamos. También mis condolencias a los que tienen que vivir en el queso Gruyére que es Madrid con las obras, las vallas, los socavones, los ruidos y los atascos. Me da paúra como dicen los italianos.

No sé si en Sodoma pagaban mucho con el recibo del IBI o si la autovía hacia Gomorra se les quedó pequeña y no sé si en Nueva York tienen muchos badenes por las calles –imaginen esa 5ª avenida con el cartel de bandas sonoras- pero entre Sodoma y Nueva York, me quedo justo entremedias, aunque les envidie Central Park.


                                                                                                               José Miguel Casado García ©

viernes, 16 de julio de 2010

Mundial hipérbole (5 mg.)

Al igual que la primavera, el mundial de fútbol ha venido y nadie sabe como ha sido, ni por qué ha sido, ni si ha habido preavisos, ni nada de nada. De golpe. Darnos la enhorabuena porque no siempre ganamos un mundial de fútbol. Bueno ganan los jugadores nosotros no ganamos nada. Felicidades por lo que nos toque, aunque después de la final vamos a seguir igual de tiesos, los jugadores se han embolsado cada uno seiscientos mil euros que se dice pronto, o cien millones de las antiguas pesetas rubias que también se tarda poco en decirlo, leñe. La mitad de ellos sin jugar un solo minuto. En lo referente a la final es de justicia destacar que los holandeses son unos sucios y malos jugadores. En vez de la legendaria naranja mecánica debería llamarse la naranja podrida. Qué despliegue de patadas de kárate, entradas segadoras y llantos al árbitro. Me siento mejor al decirlo. Si algún holandés tiene algo que decir que me lo diga. Menuda pica en Flandes hemos puesto y nunca mejor dicho. Destacar la catástrofe francesa que no ha pasado de la primera ronda y es que sin Zidane y su equipo el entrenador ha convertido eso en una casa de lenocinio. La catástrofe italiana, la caida de Brasil y sobre todo la de Argentina con ese entrenador que no recuerdo ahora como se llama. Sobre entrenadores digo que Vicente del Bosque no es un mal entrenador (no olvidemos que es el mejor que ha tenido el Real Madrid en muchos años) lo que pasa es que se ha encontrado una máquina perfecta creada por Luís Aragonés que fue cesado por un tal Hierro y un tal Villar. Caprichos de la vida.

Desde otra perspectiva más jocosa aunque no por ello menos seria, el mundial no tiene los mismos efectos físicos y psíquicos sobre la gente. Dentro del abanico de efectos, hay varios tipos de sintomatologías o reacciones meridianamente contrastadas y diferenciadas.

En un primer grupo de personas, el mundial, en dosis elevadas, provoca hastío, cansancio, sordera, afonía y a posteriori, hernia de hiato. Estos están inducidos por dosis elevadas de partidos vistos junto a varias personas a las que también les guste mucho el fútbol y acompañados con cerveza fría, ganchitos, pistachos, pipas, etc. Ojo con los ganchitos a la hora de ir al servicio porque todo lo que tocan lo vuelven de color naranja. Otro factor importante de cansancio se debe a las nuevas televisiones planas, véase plasmas, LCD´s, LED´s, o HMFJS´s, que la gente se compra tamaño sábana de matrimonio aunque su comedor tenga cuatro metros cuadrados. Esta imprudencia deriva en dolores de cuello, tortícolis, ataques de lucidez, varias catarsis seguidas, complejo de culpabilidad y ganas de acostarse. También en estas personas se da una lucha interior y ascética, similar a Santa Teresa cuando veía cosas y la liaba. La batalla interna se da entre ver el partido de las cuatro de la tarde con el calor y la flama libre y sueltos por toda la casa o dormir la siesta después del gazpacho y el plato alpujarreño pensando en el ventilador nuevo. El factor partido soporífero influye mucho en nuestra desgana, nuestra desidia y en nuestras bocas abiertas por el sueño. También pertenecen a este grupo la gente tumbada en la piscina o en la playa pegados al ordenador portátil, a la tele del chiringuito, a la radio, o a sus pensamientos propios mismamente. Estos pueden experimentar alteraciones gastrointestinales viendo el partido de las cuatro, sobre las cuatro y cuarto más o menos, normalmente tras beberse el café con hielo encima de los calamares y de las sardinas. No falla en un 90% de casos.

Nos encontramos también a un subgrupo de gente que va al trabajo pero rara avis y en porcentajes cada vez más pequeños ya que la madre crisis (en estado embrionario también llamada recesión) ha parido cuatro millones más de espectadores para el mundial. Parado arriba, parada abajo.

En un segundo grupo los síntomas son euforia, proferir tacos muy contento en un bar durante dos horas sufriendo síndrome de Tourette y en menor medida trastornos bipolares y de personalidad múltiple. Nótese también la tendencia de estas personas a utilizar el plural mayestático, para hablar de su equipo favorito como si fuera una posesión suya o del membrillo con el que están viendo el partido. Es tal la campaña publicitaria que parece que cobren algo a final de mes del club que defienden con uñas y dientes. También se conocen trastornos como el síndrome “te quiero tio, no yo te quiero más” tras la octava o novena cerveza, o el típico de la cancioncita del camarero una de mero, o las típicas frases tipo Chiquito de la Calzada, como “cobarde, te mueves menos que Vicente del Bosque celebrando un gol”, etc. El mundial supone un mes temible para los camareros porque tienen que armarse de valor, heroísmo, empatía y tacos nuevos para aguantar sin llegar al contacto físico con hooligans de uno o de otro equipo. La euforia puede derivar, hacia el final del mundial o incluso antes, ya en los cuartos de final, en episodios de ansiedad, hipertensión arterial, síndrome de abstinencia, depresión y trastornos alimenticios de diversa índole.

En el tercer grupo la persona experimenta rechazo directo parecido a un periodo refractario traducido en reacciones alérgicas como urticaria y estornudos, cefaleas, nauseas y en un tanto por ciento minoritario, migrañas. Este tercer grupo se da principalmente en mujeres de mediana edad y poco probable en hombres, aunque hay algún caso. A los dos primeros grupos les gusta el fútbol, al tercero ni se lo nombres o nos exponemos a chichones, erosiones, arañazos o algún hostión producido por un ataque de ira. En este grupo suele haber una batalla diaria por el mando a distancia de la tele, porque uno quiere ver el fútbol y la otra quiere ver todo menos el fútbol y si hay niños de por medio hay que ver el maldito canal Disney o el maldito canal Clan, donde sale ese dios infantil, sempiterno, ubicuo y amarillo llamado Bob Esponja.

Mencionar el paisaje urbano sembrado de banderas como después de la batalla, esta vez victoriosa, por todas las casas como salvoconducto que nos libre de algo y que a mi me recuerdan a bienvenido mister Marshall. Hay gente que tiene en su casa la banderita que venía con el periódico doblada en un cajón o en el revistero junto a la Interviú y a la duquesa de Alba.

Esas fuentes de todos los pueblos llenas de gente con los cables cruzados, dando alaridos, nadando en dos dedos de agua y tocando el pito del coche y las narices de los que están en su casa. Gente que quiere dormir o que ha elegido la opción de estudiar, leer un libro, ver una película o estar en su sofá porque simplemente les apetece. Aunque creo que es para celebrarlo porque no siempre se es campeón del mundo. Pienso que la cuestión de la celebración es como el tema de los toros, al que no le gusten que no vaya a la plaza. Haced lo que querais respetando a los demás y sin molestar a nadie. Buen lema para una sociedad.







José Miguel Casado García

sábado, 26 de junio de 2010

El arca de Noé

Cierto día por la mañana, sol, café y periódico, leí una de esas noticias que te dejan todo el día cavilando y no te dejan concentrarte en lo que estés haciendo. Seguro que no me equivoco. El domingo es el único día que puedo leer la prensa tranquilo. Uno lee, además de la dosis de política nuestra de cada día, pues que el ADN más parecido al del hombre es el de la mosca del vinagre. Lo leí dos veces por si me equivocaba. Creía que este cúmulo de imperfecciones con piernas (o con patas, según el caso) descendía del mono como mínimo o algo parecido, pero no, creo que sería demasiado afortunado el parecido. Si nuestros antepasados levantaran la cabeza... ¿es que no había más animales en el arca de Noé? Imagínense a Dios el día del reparto de ADN´s ¿se le traspapeló el nuestro?, ¿se le cayeron al suelo los frasquitos y nos mezcló con la mosca del vinagre?.

Lo positivo es que por lo menos hemos evolucionado, se supone, ya que en el mundo ya no ahorramos para ser pobres, ni hay guerras, ni hambre, ni miseria, ni abusos, ni hijos de puta que quieran reventar un autobús con una bomba, ni nada de esos malos rollos. Esto es el paraíso vamos y encima algunos políticos nos recuerdan que tenemos que apretarnos el cinturón y jubilarnos unos años después. Jubilarse el que tenga trabajo, claro. ¿No será que queremos viajar todos en crucero de lujo como en el bendito yate de Noé? ¿A quién no le gusta el jamón?. El mundo de los deseos, que diría Freud. Me da en la naríz que algo de eso hay si no el mundo no seria mundo ni podríamos vivir sin nuestras propias barbaridades y desatinos. Los siete pecados capitales van entroncados directamente al estado del bienestar. Deberíamos apreciar como oro en paño cada segundo de nuestra existencia y saborearlo como si fuera el último. Suena raro pero el Carpe Diem siempre ha sonado así. Es la única manera de vivir sin que nuestra cabeza se resienta. Mientras nuestra conciencia esté tranquila. Decía Oscar Wilde, que algunos viven la poesía que nunca escribirán y eso hoy en día en el mundo es tener un par de buenas razones bien puestas para ir tirando. Los periódicos del mundo dicen, que el ADN más parecido al del hombre es el de la mosca del vinagre. Por fín alguien se entretiene en buscar de donde venimos pero, Quo Vadis? Y además ¿por qué los redactores desperdician una ocasión como esa para cambiar de mosca y decir mosca cojonera? Blanco es y la gallina lo pone. Lo peor de todo es que los creacionistas se estarán partiendo la caja. A huevo.







José Miguel Casado García

miércoles, 23 de junio de 2010

sábado, 12 de junio de 2010