sábado, 29 de octubre de 2011

El hombre del cementerio

“No hay medicina para el miedo”


Proverbio escocés



         Yo hace tiempo que vengo por aquí. Me gusta la serenidad que me transmite el cementerio. Me siento en un banco, respiro hondo, cierro los ojos, oigo los pájaros, visito estatuas que me gustan y esos panteones excelsos dignos de cualquier obra de arte de la mismísima Roma eterna. Sin embargo la paz habitual se rompe hoy, primero de noviembre como todos los años. La gente viene en masa al cementerio a visitar a sus seres queridos y a mi no me molesta. En silencio vienen, en silencio limpian, rezan una oración, pasean un rato y en silencio se van. Respeto es lo que siento en un dia como hoy. El guarda del cementerio mirando al suelo preguntó -¿Pero usted viene todos los días no?. Sí. Visito la tumba de mi madre a la que perdí hace muchos años, pero me quedo el tiempo que haga falta porque me gustan sus calles largas y sus avenidas, sus bancos para que la gente se siente y descanse. Sus maravillosas estatuas de ángeles, sus panteones, su atmósfera hospitalaria que me atrae como un caramelo atrae a un niño. La voz del hombre del traje negro era suave y sonaba extraña como si tuviese una ligera disfonía. Las hojas secas del suelo se movían con la brisa y enmarcaban el paseo del hombre del traje negro y del guarda del cementerio en un cuadro de extraña belleza. Mientras los dos hombres hablaban, la tarde caía inexorable en el cementerio el día de todos los Santos. Los dos se perdieron entre la gente. El guarda seguía conversando con el hombre a la vez que pensaba en lo extraño que se le hacía ver a este tipo casi a diario y hoy era el único día que hablaba con él. Precisamente ese uno de noviembre fue el único día que le dirigió la palabra. Lo veía siempre a lo lejos, pero le dejaba en paz y nunca le decía nada porque no hacía nada malo y tenía el respeto y el silencio que hay que tener en un lugar como este. El guarda lo veía como un elemento más del cementerio, como se ve a una estatua o a un ciprés. -Ya ve usted llevo muchos años viniendo por aquí y es el lugar que más me reconforta porque el respeto de la gente no se ve fuera de estos muros y aquí veo sus caras apenadas pero sé que sus corazones no están tristes. Me dan serenidad y siento como propio el amor hacia sus familiares que se fueron. El cielo se nubla y la brisa se hace más pertinaz. -Empieza a hacer frío –dice el guarda- Sí parece que va a refrescar –responde el hombre del traje negro. Las hojas secas volaban y el aire olía a lluvia. Los cipreses se inclinaban venteados al unísono igual que un enorme peine que alisara las nubes. En el cementerio empezaba a oscurecer y los nichos se volvían sombras. Agujeros negros en una pared infinita como un panal gigante de abejas. Las estatuas impasibles ante la gente y el frio. Desnudas para siempre. Mármol sucio de estatuas eternas. Los panteones grises y negros en el ocaso son palacios pequeños en honor a dioses antiguos de carne y hueso pero que solo guardan de esos dioses, huesos. La gente paseaba como a cámara lenta movidos por el compás extraño de una letanía lejana, entre las lápidas de las tumbas más antiguas que había bajo el mismo suelo. Eran las seis de la tarde del día de los Santos y el cementerio ya se iba vaciando porque a nadie le gusta mucho estar ahí cuando cae la noche. La gente que queda en el camposanto empieza nerviosa a mirar su reloj porque a las siete ya es de noche. Les empieza a entrar esa premura incómoda de los hechos ineludibles pero deseables. Ansiedad. Es como un miedo atávico. Un temor antiguo. Un cementerio de noche. El guarda recuerda que lleva trabajando en el cementerio diez años y desde que entró veía todos los días al hombre del traje negro que hoy excepcionalmente conversaba con él y se preguntaba cómo puede a una persona gustarle tanto un lugar como ese para visitarlo todos los días. Recordó que el hombre del traje negro le dijo antes que visitaba la tumba de su madre que murió hace años. El pobre viene todos los días a verla. -Recuerdo cuando usted entró a trabajar-. El guarda lo miró curioso. En ese momento un trueno rajó el cielo sobre sus cabezas. -Y a su antecesor, Santiago, que estuvo otros once años y al antecesor de Santiago, Ezequiel que estuvo otros veinte años y al anterior a Ezequiel…. Un escalofrío que sintió en cada vértebra, recorrió la espalda del guarda como un rayo de tormenta atraviesa un árbol. Recuerdo cuando se inauguró este cementerio todo era tan…diáfano. Había espacio por todos lados y era bastante más triste...El hombre del traje negro hizo una pausa y con voz más grave dijo: …recuerdos. Una ráfaga de viento golpeó a los dos hombres como una onda expansiva. El guarda paralizado por el miedo y desorientado, oyó esas últimas palabras como un eco y sin mirar al hombre del traje negro, buscaba con los ojos muy abiertos dónde estaba la cancela del cementerio para salir como alma que lleva el diablo. Pero no la encontraba. El aire húmedo movía los cipreses y las hojas secas del suelo. Las estatuas ofrecían ese cuadro negro que les da la noche nublada y el sonido del viento. Las tinieblas cubren el cementerio. Es la noche del día uno de noviembre. El guarda temblando, miró en todas direcciones pero no encontró al hombre del traje negro. Su desesperación palpitaba en sus sienes. Se había quedado solo y vacio. Igual que si no tuviera sangre. Como un cementerio.

                                             José Miguel Casado ©

sábado, 22 de octubre de 2011

ETA lo deja

          No me gusta mucho escribir sobre política pero ahora lo voy a hacer porque hablar de ETA no es hablar de política. Es hablar de mafia, de delincuencia común y sintiéndolo mucho es hablar de historia. Aunque quieran hacernos ver otra cosa. Algunos dirán que cuando ha pasado el toro es muy fácil torear. Pero a mi nunca me ha gustado torear. ETA ha dicho en su ansiado comunicado que deja de matar. Ya era hora. Sincronización perfecta y calculada tras la puesta en escena de San Sebastián. Cese definitivo han dicho y se han quedado tan panchos esperando los aplausos, para finalizar el teatrico con lo del puño en alto y qué revolucionarios y libertadores somos. Pero de disolución y desarme no queremos hablar. Nada de nada. En la llamada conferencia de San Sebastián han querido que el mundo vea lo que ellos quieren hacernos ver. Han querido equiparar el conflicto vasco al conflicto irlandés y no hay nada más lejos de la realidad. Es bueno conocer algunos apuntes breves de historia. En Irlanda hubo guerras de exterminio desde que los ingleses la invadieron en el siglo XII, en el siglo XIX miles de deportados a las colonias en Norteamérica y Australia, en 1916 insurrección general con fusilados a mansalva, domingos sangrientos en los que soldados mataban manifestantes y niños tirando piedras. En el país vasco no ha habido nada de esto en los cincuenta años que llevan dando la matraca con las bombas y los tiros en la nuca. Por eso el IRA, sin justificarlo en absoluto, era la resistencia y la defensa de una Irlanda católica que se desangraba por culpa de una Inglaterra protestante que la masacraba. Y digo esto porque el factor religioso también influía porque se trataba como perros y se relegaba en ghettos a los católicos y al protestante se le daba trabajo y al católico no. ETA quiere hacer ver al mundo que esto es como Irlanda y ponen en escena el teatro de San Sebastián para que nombres de primeros actores como Kofi Anan o Gerry Adams, que ya podía hacerles ver las distancias con Irlanda, hagan ver al mundo el paralelismo con los irlandeses. Los que han venido a San Sebastián vienen con la casette grabada de que esto ha sido una guerra y queremos firmar la paz. Pero de guerra nada de nada. En el país vasco a un lado de la pistola había un etarra que apretaba el gatillo y al otro lado de la pistola, la cabeza estallando de algún ciudadano de a pie, ya fuera concejal, funcionario o pescadero que pensaban de otra manera a los asesinos. Por no hablar de la represión en las universidades en las que se señalaba con el dedo a los demócratas y por no hablar de la gente que ha tenido que irse de su tierra porque le queman el negocio con el que daba de comer a su familia o le quemaban el coche o le quemaban la vida. Por no hablar de los atentados indiscriminados en los que lo mismo daba que murieran mujeres que niños. Y así siempre. Por eso de guerra nada de nada, repito. Aquí se ha pasado mucho por culpa de los que tenían empuñada la pistola. Aquí se nos quieren poner unas gafas por las que veamos a los etarras como presos políticos en un país opresor en vez de como asesinos, en un país democrático como España en el que están plenamente instalados la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y todas las libertades que permite una democracia plena del siglo XXI. Pero no. Las víctimas quieren ser ellos. A cabezas duras no les gana nadie para darle la vuelta a la tortilla estatal como llaman a la tortilla de patatas en algunos sitios del país vasco. ETA y sus adláteres a los que el inefable y tan contrario a la razón humana a veces, Tribunal Constitucional puso en las instituciones están obsesionados con la semántica de las palabras. Para colmo a este lado de la mesa la máxima expresión del teatro de la confusión de las palabras la llevó a cabo Jose María Aznar cuando los calificó de “Movimiento Nacional de Liberación Vasco o MNLV”. Sin comentarios. Dejamos de matar definitivamente pero no nos desarmamos, no condenamos la violencia y no pedimos perdón por las ochocientas y pico víctimas que hemos asesinado en cuarenta años. Los de Bildu ya han preguntado por lo suyo que nosotros ya hemos dejado las pistolas, que hay que hablar de independencia ya. Yo ya no sé con qué nos pueden chantajear ahora pero espero que la policía y la guardia civil sigan haciendo su trabajo como hasta ahora. Rubalcaba no será santo de la devoción de muchos pero como ministro de interior ha sido la bestia negra de ETA. Espero que al gobierno que venga no se le pase por la cabeza ocurrencias como amnistias o paz por territorios. No me atrevería a decir que quieren que paguemos un peaje porque han dejado de matar. Pero no me extrañaría. El pueblo ya ha pagado bastante con su sangre y no va a dar ni un paso más atrás. Nótese que la palabra pueblo es muy socorrida y hasta los asesinos se apoderan de ella. Enhorabuena a los demócratas porque si un asesino dice que deja de matar hay que felicitarse, pero nada más. Y nada menos. Y enhorabuena a nuestros hijos y a nuestros nietos porque no conocerán los tiros en la nuca ni las bombas bajo los coches. Lo malo también es que parece que a algunos de los que se llaman demócratas no les ha sentado bien que el status quo cambie, como si los cambios les dieran pereza. El día a día y la vida siguen. Por lo menos ya no iremos paseando por el casco viejo de San Sebastián o por Bilbao a comernos un pintxo sin temor a que estalle ningún coche bomba o a que a alguien le descerrajen un tiro en la cabeza por ser demócrata o por ser tirano. Me da igual. Espero que en los ayuntamientos en los que gobierna Bildu, dejen de hacerse los oprimidos, dejen de perdonar vidas y se les bajen los humos entre otras cosas porque han sido unos cobardes ya que nunca se han atrevido a llevarle la contraria a ETA esperando y esperando a ver lo que dicen los de la pistola y las bombas sin los cojones de decirles basta ya. En Irlanda el Sinn Fein actuaba sobre el IRA y no al revés. Otra cosa por la que estos tipos de HB o de Bildu no tienen nada que ver con los irlandeses es que éstos últimos por lo menos tienen cojones. Es lo que pienso.

                      José Miguel Casado García ©

sábado, 15 de octubre de 2011

Cansancios

“¿Pagar la cuenta? ¡Qué costumbre tan absurda! “

                                                                  Groucho Marx



     Una de las muchas cosas peregrinas que se me ocurren a lo largo del día, es dividir el cansancio en varios tipos. Habría para hacer alguna tesis pero me limitaré a los que se nos atraviesan con más desconcertante normalidad en nuestra vida y nos hacen sufrir y rompernos la camisa como Camarón.

1. Uno de los más obvios y comunes es el cansancio deportivo que es principalmente físico y que aparece cuando hemos terminado de jugar a futbol-sala, después de una larga caminata o de otro deporte o lo que sea que practiquemos. Los que estamos para el arrastre, nos dura dos días o más con agujetas y dolores incluidos. Cuando estás en medio de la penuria física deportiva te suele asaltar la pregunta ¿Pero qué demonios hago yo aquí?. De tanto movimiento cierto día me dolía mucho la tripa. Fui al médico y resultó que no eran las tripas, eran las agujetas que tenía desde hace cuatro días por culpa de hacer abdominales. Me podía haber dado por zurcir calcetines. Los lunes son muy malos. Otra consecuencia o secuela de la práctica deportiva son los calambres. Estos llegan cuando no se les espera como un familiar molesto o un rayo inmisericorde y fulminante. Es tal su efecto disuasorio que cuando vienen y te pillan a traición por ejemplo en un ascensor, los que van a tu lado se llevan unos sustos de cagarse. La mujer mayor que había a mi lado pegó un respingo y no dijo nada pero se puso una mano en la cara y me miró fijamente hasta que se abrió la puerta del ascensor.

2. Otro tipo de hastío para nuestra carne mortal es el típico cansancio de vivir cuando alguien que quieres se va, cuando llevas mucho tiempo sin encontrar trabajo, cuando estás en un atasco y quieres ir al baño, cuando estás en un atasco y llegas tarde o cuando estás en un atasco y se te para el coche. Este tipo de cansancio está lindando con la depresión y hay que tener cuidado, desgasta mucho al que lo lleva encima y te deja física y mentalmente hecho una piltrafilla.

3. El tercer tipo de cansancio es el síndrome de Supernanny pero que o es muy buena actriz o ya es inmune. El cansancio por culpa de los niños es uno de los estados psicológicos en los que dices, Dios mio ¿me he vuelto sordo, ciego y mudo de repente? ¿será posible que los críos no me entiendan? Hablan un dialecto entre español y escandinavo antiguo pero de tradición oral y sonora muy fuerte y tienes que tener los tímpanos acostumbrados. Pero no te acostumbras. Y la cabeza te revienta. Y ves que Supernanny aguanta y que tu no aguantas. Este cansancio te deja sin fuerzas en brazos y piernas y con migraña.

4. El cansancio al jefe es uno de los más fuertes pero es como una picadura de avispa que te da el subidón muy rápido pero baja rápido. Se manifiesta cuando lo ves por la mañana y luego se te pasa. Puedes tener pesadillas.

5. Uno de los cansancios más habituales y temibles para muchas personas, es el de la cola del supermercado. Suele manifestarse justo antes de que te toque pagar. La mujer que tienes delante termina de poner las salchichas, las berenjenas, los yogures y el tinte color pajizo para el pelo en la cinta transportadora. La broma empieza cuando la mujer sale disparada y se va. Que dice que se le ha olvidado la leche semidesnatada con calcio de Marsella y omega-3 del Caribe y que ahora vuelve. Como diría Miguel Angel Aguilar ¡pero qué broma es esta!. La cola de gente se queda paralizada y con la boca en forma de O mayúscula, mirando a esa mujer que como un Forrest Gump con zapatillas y falda de ama de casa salta obstáculos y corre que se las pela. La cajera masca chicle y mira a la otra cajera con los ojos entornados. Mueve la cabeza negativamente. La mujer que corria como Forrest Gump llega exhausta a Ia caja como si llegara a conquistar Iwo Jima y deja caer los seis litros de leche a plomo. A todo esto hay que sumarle que todavía no ha metido las cosas en el carrito. Porque esa es otra. La buena mujer no quiere bolsas y hay que meter las cosas una por una en el carrito de las narices y en esto la cajera no le ayuda. Se me ocurre echarle una mano porque me parece que estoy viendo un número de Pepe Viyuela. Como haya un problema para pagar me hago el Mata Hari que dice mi amigo Jose Pedro. Paga con tarjeta y parece que hay un problema porque no lee la banda magnética. La gente de la cola está contando chistes. La mujer de marras es trending topic en Twitter. Menos mal que saca otra tarjeta que parece que funciona. Mientras dejo pasar al típico papasfritas de todos los supermercados que compra una sola cosa y te pregunta si le dejas pasar, miro las tuberías que salen de la caja y van hacia arriba y que se llevan los canutos de billetes por algún tipo de brujería que todavía no entiendo. Respiro hondo y trago saliva. Me toca por fin. La situación se ha convertido en algo solemne. ¿Me cambia este billete en euros? Es para sacar un carro. Le pregunta otra mujer viejecita a la cajera justo antes de que me toque.

                                                                   José Miguel Casado ©


martes, 11 de octubre de 2011

Alberto Bracero

           Decía Johannes Brahms que sin la artesanía, la inspiración es una mera caña sacudida por el viento. Alberto Bracero sabe algo de artesanía porque es un artesano. Pero no trabaja el barro. Trabaja la música. De los que no creo que queden porque moldea la música. La modela a su antojo. Sea el tipo de música que sea, porque es multidisciplinar como un hombre del Renacimiento y porque le salen bien todas las músicas. Lo mismo una banda sonora llena de música épica, que una voz especiada con briznas de soul, o sonidos corales o ideas hechas ópera. Poesía sonora. Gran música, en definitiva. Alberto Bracero es un tipo que se puede decir hecho a sí mismo de los pies a su lejana cabeza. Son más de dos metros de tío. Sibarita, gran gourmet, gran viajero, hombre de familia, buen padre y esposo y amigo de sus amigos. Esa calidad humana la extrapola a la calidad de su música con la que nos abraza sincera como un abrazo de amigo y nos deleita. Hecho a sí mismo, no solo en la música, sino en todas las facetas de la vida. Cuando lo conocí, hace casi diez años, estábamos trabajando en una fábrica metalúrgica en turnos de mañana, tarde y noche. Se puede decir que éramos compañeros de trinchera ya que era algo parecido. En aquellos fugaces descansos matutinos con el café de máquina y la torta del panadero, hablábamos de lo humano (el trabajo, el tiempo y la política) y de lo divino (mujeres, recetas de cocina, ordenadores y música). Yo no es que entienda mucho de música pero no hay que entender mucho para que el poco crédito que tengo en criterios musicales se emocione y se llene sin que nada sea capaz de distraerlo ni dispersarlo. Y oyéndolo admiras la música, como se admira un cuadro de Velazquez, o de Goya. Te paras a degustar los matices de cada pieza que como millones de gotas de un atomizador de perfume, se expanden en tu cerebro provocando sensaciones y colores que no conocías. Registros suyos como “The battle of Nihriya” a la altura de bandas sonoras épicas del mejor cine de Hollywood, pasando por la preciosa copla con orquesta fusionada como “Tu luz, mi todo, mi yo” y “Eva y el mar” ambas dedicadas a su esposa Eva, hasta guiños de soul y jazz como “Under the New York Sky”. Todo esto rodeado de diamantes poco conocidos como Paulina Freire con sus letras, Irene Garrido en la voz de la copla o Sofía González cantando soul. La vida nos ha dado caminos diferentes y hace tiempo que no me lo echo a la cara pero espero que siga por muchos años dando luz a sus estupendas composiciones y que tenga suerte y sea más conocido de lo que es, porque se lo merece y tiene bastante más talento y templanza que algunos músicos conocidos. Alberto tiene el don de los genios que como la hormiga de la fábula trabajan sin concesiones al error ni al desaliento, la inspiración lo acompaña siempre. La tiene siempre ahí consigo mismo como si fuera una parte de su cuerpo. Como si fuese su sombra. Alberto Bracero Composer es lo que pone en su página web. Composer no es su segundo apellido. Pero como si lo fuera. Luciano Pavarotti decía que “una vida dedicada a la música, es una vida bellamente empleada y es a eso a lo que he dedicado la mia”. Pues eso.

                                                                   José Miguel Casado García ©


lunes, 3 de octubre de 2011

Pesadilla de otoño

     Cada año pasa lo mismo. Cuando veo que las hojas de los árboles se empiezan a caer, me echo a temblar. Por estas fechas se nos suele estar cayendo el moco por culpa de los cambios de temperatura. Los días empiezan con mañanas frescas y a partir de mediodía calor hasta que oscurece y vuelve el frio. La mala puntería del hombre del tiempo es un factor muy socorrido, aunque sea un cliché y aunque a veces acierte. Hay gente que duerme con la ventana abierta y tapados con la colcha y la sábana hasta la coronilla y se levantan con las tragaderas inflamadas y las amígdalas como huevecillos pertinaces. En el espejo con la boca abierta pensamientos como ¿pero por qué tenemos eso ahí? o como ¿por qué no me las cortaron de pequeño y a mi hermano si? son los más comunes. El entretiempo es lo que tiene. Hay dos entretiempos al año. El que va del invierno a la primavera y el que va del verano al otoño. Este último es el que ahora nos ocupa y entretiene. El otro es otro cantar y si no intenta hablar en abril sin estornudar y tocándote el bigote por si acaso está ahí el moco delator que con la nariz anestesiada no notas si hay algo o no. Entre los mocos, la tos, los estornudos, la bronquitis, la gripe y la indecisión, pagamos como corderos en el matadero. Ese autobús inefable lleno de damas y caballeros que a finales de septiembre parece la pasarela Cibeles en un desfile de Ágata Ruiz de la Prada. No por el colorido sino por los atuendos a que dan lugar las cabezas indecisas del otoño. El que no va en tirantes va enseñando el tatuaje rumbero-tribal-Camela, en zonas que suelen ir tapadas normalmente. Cabalmente. O por arriba descapotables y por abajo ensotanadas y viceversa. Tanto hombres como mujeres. El mayor peligro dentro del autobús es el viejo que estornuda. En cada autobús hay uno. Es como el conductor. Foto interior.

Como no escarmentamos seguimos sacando el coche por la mañana con el bañador, la camiseta y las chanclas del mes de julio. Ese fresquito suave pero traidor como bomba de relojería que te sube por el muslo arriba y arrasa con todo. Esa chaqueta fina que de buena mañana te hace sudar y te la tienes que quitar y miras al cielo con lágrimas en los ojos y preguntas qué me pongo. Hay misterios como la camisa de manga larga con pantalón corto y náuticos sin calcetines o como la chaqueta de chándal con pantalón corto y chanclas. Por qué va la gente así por la calle es un enigma insondable que taladra mi cerebro una y otra vez. Por favor ¿qué pasa con esos rayos fulminantes que caían en tiempos bíblicos? ¿ubi sunt?. El catarro en sus diferentes modalidades sume al que lo lleve contagiado en un estado de semi-inconsciencia o duermevela que se caracteriza por no poder abrir los ojos llorosos más que hasta la mitad, andar casi arrastrando los pies, tos seca, tos con mocos, tos australiana, sorberse los mocos cada treinta y seis segundos, sonarse los mocos cada minuto, no poder sonarse los mocos porque la nariz está entumecida y por sus agujeros no cabe una brizna de oxígeno, una décima o dos de fiebre es el arma devastadora que te deja el cuerpo para echárselo a los buitres. Una basurilla vamos. La desesperación hace que recurramos a inhaladores adictivos, pastillas efervescentes, sobres de polvos con sabor a fanta caducada del 85, jarabes con nombres alquímicos y olor inefable. Sus efectos son tan dispares como ese sueñecillo suave por la autovía conduciendo el coche o el efecto Red-Bull a la hora de acostarse. El médico el noventa y cinco por ciento de las veces te remite a esa panacea de la medicina moderna que es el paracetamol pero que no sirve de mucho. Lo peor de todo, ya lo dije hace un año, es que el maldito resfriado te roba dos de los sentidos más importantes. El olfato y el gusto. Puedes estar comiendo sopa de ajo, de primer plato tres horas seguidas, de segundo, callos con garbanzos y tortilla de patatas de cinco huevos con pimientos y de postre una fuente de arroz con leche. No por gula. Es por ver si se arregla la cosa. Pero nada. No te encabezones que no te vuelven los sabores como los tenías de fábrica. Se te saltan las lágrimas porque te has comido la gloria bendita y no has saboreado nada. Te sientes vacío como una tubería de cobre por la que ya pueden pasar las mejores viandas, los mejores platos con las mejores especias de oriente que seguirás sin sentir nada. Te sabrá todo a agua del grifo. Mocos. Impotencia. Frustración. Decadencia. Pena. Tos.

José Miguel Casado García ©


sábado, 1 de octubre de 2011

Cantamañanas surtidos

“Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota”

Groucho Marx

     El mapa del cantamañanismo está muy extendido en nuestro país de herejes y de caganidos. Dentro del autobús nuestro de cada día, podemos detectar no solo a los que están de cuerpo presente sino también los que salen en el periódico o por los auriculares de la radio. Los asientos del autobús se te pueden antojar cómodos. En esto influyen varios factores: el rato que lleves sentado o la duración del trayecto personal e intransferible y el humor que tengas ese día. Algunos días parecemos sardinas en escabeche, incluso con el billete de autobús recién subido de precio y con el calor latente y extendido como la canción “love´s in the air” porque el verano no se termina de ir y el otoño no termina de entrar. Un poquito de compasión. Veo el paisaje y oigo la radio en los auriculares mientras llego a mi destino. Miro a la cara de las personas y hago el ejercicio de imaginar sus vidas. Se me corta la vena de la imaginación cuando veo paradas de autobús con más de cinco personas. Estoy sentado en un asiento del final pegado a una de esas ventanas con esos anuncios que pillan todo el cristal y te dejan frustrado cuando ves la calle a través de una pegatina gigante llena de agujeritos. Qué cosas más modernas. Una mujer joven que lee un libro. Cuando alguien lee un libro en el autobús mi propósito inmediato y meta personal a corto plazo, es averiguar qué libro es. Por encima de metas transcendentales para mi vida como un nuevo trabajo o un trámite importante en una notaría. Es lo que más me importa en ese momento de mi existencia. No pienso en otra cosa que no sea averiguar el nombre del maldito libro que hay a treinta centímetros de mí. Me cueste lo que me cueste, véase triquiñuelas varias como caidas de bolígrafo accidentales o contorsiones de cuello con su correspondiente contractura muscular. Mis ojos se deslizan audaces como un explorador indio por encima de la cabeza de la mujer que lee. De repente chocan con una enorme cornisa. El escote sobresale estilo Anita Ekberg en “La dolce vita” y van a creer que miro el bamboleo y no el libro. Inexorablemente hay que mirar las dos cosas porque las dos están muy juntas y no puedo disociar ya una de otra. Ni cerrando los ojos. Una voz me dice por el pinganillo izquierdo de la radio que el presidente de la Generalidad de Cataluña, Artur Más ha dicho que a los niños andaluces no se les entiende el castellano. Menudo cantamañanas. Pienso. Es lo primero que se me ha ocurrido. Igual que en el juego ese en el que te dicen una palabra y tienes que decir lo primero que te venga a la cabeza. ¿Será posible que este hombre se gaste millones y millones de euros en un proyecto de inmersión lingüística para que los niños aprendan catalán y tenga los hospitales públicos con hora de cierre y la gente enferma tirada por los pasillos? Cierro los ojos, respiro hondo y me masajeo las sienes. Abro los ojos y me fijo en la gente parada en los semáforos. Cada uno va a su puesto de trabajo, supongo. Que ya es suponer. Cada uno encaja en la sociedad como una pieza de un puzzle que encaja a su vez en el engranaje de un motor que hace funcionar un país. Se me va un poco la olla con estas cosas. La gente sigue en el semáforo. Cuando una situación me gusta o una persona o una calle, la imagino desde puntos de vista diferentes. Desde una vista cenital a muchos metros de altura van y vienen como hormigas con piloto automático, desconocidas, extrañas, mudas, formando el fluido sanguíneo por las venas que son las calles. Menudo animal la ciudad.

El conductor del autobús sonríe. Tiene una esposa joven y guapa y una hija pequeña. Trabaja más de lo que le gustaría y en la empresa están de huelgas y luchas sindicales por las horas extras y los sueldos. Mientras conduce se está comiendo el bocadillo con la seguridad que le da esa mampara en la que está metido. La radio vuelve a evadirme de la realidad. Me vuelve a elevar a un estado tántrico cercano a la levitación porque el presidente de la CEOE ha dicho que a los niños hay que explicarles lo que es una empresa y un empresario desde la guardería. Otro auténtico profesional del canto mañanero. Hace falta tener el diploma de inepto cum laude del año, para decir gilipolleces tan profesionales y tan redondas. Y se queda con esa textura de cara que tiene, tipo piedra del acueducto de Segovia. Por favor que alguien le dé un sartenazo. Vuelvo a mi lucha por ver el libro que lee la mujer del escote pronunciado pero nada. Solo veo ese horizonte redondo como el sistema binario de soles en el planeta de Star Wars. Mi vista de francotirador me hace fijarme que hay dos mujeres viejas discutiendo por el precio de las tortas de la Virgen si en un sitio o en otro. –Pues no las compres ahí Antonia porque tienen mucho pan y apenas le echan cabello de ángel. Gritando como soldados en una trinchera. Por el rabillo del ojo veo un hombre octogenario peinarse una cabellera inexistente y meterse el peine en el bolsillo. Por fin veo que la chica del libro al pasar una hoja me deja ver su título. Se titula Física de lo imposible del japonés Michio Kaku. Ahora lo comprendo todo. La ley de la gravedad y todo eso. Incansable, la radio me sigue recordando el país en el que vivo. Emilio Botín, presidente del banco más poderoso de España ha dicho que el grifo de los créditos a las pymes no se abrirá hasta 2014. El cantamañanas número tres del día, dixit. Mi pregunta es la siguiente ¿Y si ahora el estado le quitara los miles de millones que les dio a los bancos como inyección para afrontar la crisis? Pues que al payaso de la corbata roja y la cara aceitunada, se le atragantaría el café. Al llegar a mi parada me bajo detrás de un hombre con un maletín. Veo a la gente pasear en todas direcciones rítmicamente y en paquetes individuales. Es decir nadie habla con nadie. Esto parece Matrix. El pinganillo izquierdo, el único que llevo puesto, me da el cuarto puesto de cantamañanas del día: Un juez de Granada ha embargado al empresario Ruiz Mateos 2.0, la friolera de seiscientos dieciocho millones de euros para sanear la empresa Dhul. Este hombre aunque siguiera teniendo hijos hasta el 2016 seguiría igual de mal asesorado y lo malo es que todos son clones de sí mismo. Dios mío váyase a la gestoría de la esquina que seguro que lo hacen mejor que ese despliegue de “singers of the morning” con traje, que tiene a su alrededor. Seguro que tiene un sueño cíclico estilo Luther King para montar otro tinglado que quiebre en el 2040. Señores un poquito de instinto migratorio y aléjense todo lo que puedan de la gente normal que trabaja o que está parada honradamente. En fin, que en el país de los cantamañanas los niños estudiarán empresariales y derecho como titulación doble en las guarderías y hablaremos catalán en la intimidad y el banco más poderoso estará bajo los colchones de las camas y las recortadas de sus propietarios. Y así sucesivamente.



José Miguel Casado García ©