miércoles, 20 de noviembre de 2013


    MOTEROS VIEJOS
 Pues como no empiece a llover ya, yo no sé para cuando vamos a encender la lumbre. Cipriano y Jeremías hablan del tiempo mientras se toman un café solo y una copa de coñac en el hogar del pensionista. Todos los días empiezan igual para ellos. Son una especie de viejos moteros, mejor dicho, de “moteros viejos”, que en vez de ir en una Harley por la ruta 66, van en un Vespino LC y una Derbi Variant, respectivamente por las calles del pueblo. En la parte de atrás de la moto llevan una caja de plástico con bolsas liadas con guitas finas. Después del desayuno en el bar, se van a ver lo que hay por esos caminos del Señor entre huertas e invernaderos a ver si llenan la moto de alcachofas o de lo que encarte que para eso son unos hachas. ¿Tomates?, tomates, ¿aceitunas?, aceitunas, ¿higos?, higos. Lo que sea, previa puesta al día de precios en el mercado municipal. Hay que estar informado y levantarse temprano. Venden la mercancía en la esquina estratégica del puente del río o del mercadillo en plan ambulante sin parar de moverse. Las motos tienen unos treinta y cinco años pero están bien conservadas y tuneadas con sus cajas de plástico, sus parabrisas rayados y sus ruedas de radios. Un día Cipriano fue a echar gasolina a su Vespino LC, una joya renacentista que todavía funciona. Cuando fue a tirar de la moto hacia atrás para ponerle la pata de cabra, le dio al gas con la mano derecha y acabó a cincuenta metros de la gasolinera. La moto delante y él detrás agarrado al manillar como un hilo a una cometa. Fue como un rayo. Una estrella fugaz con forma de Vespino. La gente que iba a repostar se bajaba de los coches, aplaudiendo y riendo creyendo que era una cámara oculta. Cipriano, el Vespino LC y la caja de berenjenas que llevaba detrás acabaron en una huerta de coles colindante a la gasolinera. Me cago en la puta reina, se oía a lo lejos al Cipri. –Que me parece que le he dao a lo que sirve para correr. Virgensanta qué susto. Su compañero Jeremías que hasta sus cortas entendederas llegaban a atisbar lo que había pasado, llegaba a sospecharlo pero no terminaba de creérselo. Estaba aislado en un Jeremias que lo miraba desde su Derbi Variant, roja como el trueno,  con un ducados en la boca y serio entre la gente que reía.
                                                                            José Miguel Casado ©

domingo, 3 de noviembre de 2013

Sierra Morena Space Base


  

     Tras las sucesivas crisis económicas mundiales de principios del siglo XXI, España terminó por salir de la Unión Europea y se cerró al mundo como en tiempos del Imperio de Felipe II. Con el tiempo se convirtió en Reserva Espiritual de Occidente, en potencia espacial y en la envidia del mundo.

Centro Aeroespacial de Sierra Morena (España) año 2084.

    Todas las televisiones del mundo transmitiendo las imágenes del enorme cohete espacial Virgencica 3, cohete-dron no tripulado, hito de la conquista del espacio y última generación en su clase que volverá a la Tierra él solito tras dejar al transbordador Trueno Rojo 1, fuera de la órbita terrestre para el inicio de una misión interplanetaria.

     Por los altavoces se oye… Cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. Ignición, motores a la máxima potencia, pisa a fondo Paco.

-¿Qué pasa Trueno Rojo 1?

 –Qué va a pasar, pues que el Virgencica 3 no arranca.

-Pero ¿Cómo que no arranca?

 –Lo que oyes torre de control. Que los motores no arrancan. Tiene que ser el motor de arranque o los platinos. Hace como un ruido.

-¿Cómo que un ruido?, ¿Pero cómo que el motor de arranque o los platinos?. Vamos a ver Trueno Rojo 1, los tanques están llenos de nitrógeno líquido hasta arriba.

 – ¿A mi que me cuentas? Será un fallo eléctrico.

-Chequeo completo. Revisar baterías, placas solares, giróscopos, acumuladores, deflectores, bujías, etc. Dos horas para cambio meteorológico. Si hoy no despegais la misión se abortará hasta dentro de dieciocho meses.

-Aquí Trueno Rojo 1 - Virgencica 3, todo está bien menos la batería del reactor secundario que hay que cargarla. ¿Tenemos pinzas torre de control?

 –Negativo, Trueno Rojo 1.

Una hora después.

-Aquí torre de control. Astronauta García, astronauta Jaramillo abandonen la nave. Tienen permiso para trasladarse al transbordador Trueno Rojo 2, para reanudar la misión. Tienen una hora.

- ¿A la Trueno Rojo 2? Pero si esa nave es de propulsión nuclear.

- ¿Algún problema?

–Sí. Que solo tenemos el carnet de naves analógicas de propulsión a chorro.

-No importa Trueno Rojo 1, el mecanismo de arranque es parecido. Las llaves las encontrarán en el cajón de una mesita que hay al lado del cuadro de mandos. Buena suerte.

El astronauta García y el astronauta Jaramillo abandonan la nave Trueno Rojo 1 y se adentran por el túnel de entrada a la rampa de lanzamiento número 25 para pilotar la nave Trueno Rojo 2, sola, porque no necesita ningún cohete-dron para lanzarla al espacio, ya que es la joya de la corona. Una nave de clase Epiblas de propulsión nuclear triple. En la mesita de madera que hay junto al cuadro de mandos, efectivamente, están las llaves de la nave junto a un paquete de clinex. Una sola llave con un llavero del Banco de Cerebros. La nave arranca a la primera. La propulsión nuclear es lo que tiene. La única pega es que sus pilotos no tienen carnet en regla. Las leyes españolas son así. Una bestia metálica con motores nucleares, placa de vehículo pesado y su pegatina verde de ITV al día. Tras una protocolaria cuenta atrás la Trueno Rojo 2 se eleva por el cielo raso de Sierra Morena majestuosa, hacia la conquista de Júpiter, con su rosario de marfil colgado en el espejo retrovisor, su atrapa-sueños y su foto del Papa Benedicto XXXVII. El astronauta Jaramillo busca en el bolsillo hermético de su traje un caramelo Pictolín, mientras el mundo que conocen se pierde bajo sus pies.

                                                                           José Miguel Casado ©