martes, 6 de diciembre de 2011

Gustavo Alcalá-Zamora

“Annorum vinum, socius vetus et vetus aurum”




      Los comienzos nunca fueron fáciles. Corrían los primeros años noventa del siglo pasado cuando Gustavo Alcalá comenzaba en la Facultad de Bellas Artes. Tras alternar los estudios con su labor de bajista en un grupo de rock y con trabajos variopintos, deja la facultad para trabajar a piñón durante otros tantos años. Afortunadamente se dio cuenta a tiempo de su verdadera vocación y actualmente está terminando sus estudios y se va a doctorar en Bellas Artes. Como le gusta decir a él, se cayó del caballo a tiempo como San Pablo y para aguantar el chaparrón infame del paro a la intemperie por lo menos hace lo que realmente le gusta. Crear. Y no le va nada mal. Su trabajo pictórico recuerda, salvando las distancias, al Cézanne que dejó atrás el impresionismo, para desarrollar un estilo pictórico propio, nunca visto hasta entonces. Si el impresionismo fue aire fresco, Cézanne abrió las ventanas a nuevas vanguardias. Creo que es un pionero en su estilo, aunque la palabra pionero suene a osadía impronunciable por muchos cobardes de nuestro tiempo. Decía Karl Heinz Stockhausen que un genio debe demostrar que lo es a través de su obra. Es su obra la que nos dice lo que piensa y lo que opina de la realidad particular que tiene cada genio a su alrededor. Son esos colores sobre las líneas rectas de paisajes urbanos, las que nos hablan de un excelente referente de la pintura del siglo XXI. Ante todo es mi amigo. Uno de los mejores. A destacar son su bondad de madre Teresa de Calcuta y su generosidad infinitas. Es ese Buda sonriente que tenemos que poner en nuestras vidas, que nunca tiene una mala cara por nada y que te alegras cada vez que lo ves. Su fuente inagotable de sabiduría la comparte como el niño que comparte su bocata en el recreo. Sin esperar nada a cambio. Es la hormiga en ese cuento que es atravesar los desiertos áridos de la incomprensión y de los portazos en las narices cuando has llamado a ciertas puertas que creías abiertas. Inasequible al desaliento y poseedor de esa capacidad innata e infinita de aprender y de adquirir conocimientos que tienen los genios. Cuando no está dibujando o pintando está pensando en dibujar o pintar. Su cabeza siempre en ebullición tiene a las musas exhaustas, pero siempre fieles y presentes. Es un cultivador de amigos y un amante de su familia. Su verdadera riqueza es un amigo a su lado junto a un café y una conversación. Es un amante de la vida y del buen rollo. Es la amistad personificada. Republicano reincidente y obstinado como el que más. De casta le viene al galgo con antepasados de apellidos tan ilustres como el suyo en su patria chica Priego de Córdoba (su verdadera patria es el Zaidín) allá por la Segunda República. Y a mucha honra.

La obra de Gustavo Alcalá-Zamora no se podría enmarcar en ninguna corriente pictórica actual. En una sí. En la corriente de la belleza. Es ni más ni menos ese aire fresco salvador para los sentidos y para las retinas, acostumbradas al tedio colorista y kitsch de tantos pintores academicistas y políticamente correctos de nuestro tiempo. Es ante todo, un gran dibujante que sabe lo que hace y lo perfecciona en cada cuadro que termina. Da a luz obras magníficas en las que vislumbramos la máxima expresión del arte y en las que vemos que están hechas con el material del que están hechos los sueños.

                                                                              José Miguel Casado ©

5 comentarios:

  1. Muy bien traida la frase del vino, amigo. Agradezco tus palabras y coincido en casi todo contigo aunque esté feo decirlo...
    ambos sabemos de lo solitario de la labor creativa y por eso precisamente te lo agradezco mucho más. Un abrazo.

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  2. Quousque tandem Gustavo...
    Gracias a ti amigo

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  3. Yo estuve allí y mucho me gustó, Jose Miguel, me refiero a la expo de Gus.

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