Cuando la moto desapareció por el rabillo del ojo y por el
cristal de la ventana del bar, esperó contrariado a que también desapareciera
el ruido. Recuperó la compostura habitual y se metió de nuevo en lo que estaba
haciendo. A Felipe lo que le gusta es que le dejen leer tranquilo el periódico
con su café con leche. Cuando llega al bar coge una silla y se pone a leerlo
sobre la mesa. Le gusta empezar a leer desde la última página hasta la primera.
En la página de pasatiempos hace las sopas de letras pero no entiende los
jeroglíficos ni los sudokus. Su debilidad es la jugada de ajedrez. Los nombres
en ruso, en hindú o en cualquier idioma de dos tíos enfrentándose en un tablero,
le sorprende tanto que se encuentra todos los días leyendo ensimismado lo de
negras juegan y ganan, Ivanov contra Valerikov en Moscú 1980, Charmin contra
Ivanchuk en París 1994, o Raplytsko contra Narayahnan en Göteborg 1977. Su lectura es un fetiche para él por su
novedad y porque son diferentes a todo lo que lee en las ochenta o noventa
páginas del periódico. Cuando se enteró de la existencia de las partidas de
ajedrez por correspondencia, lejos de olvidarlo buscó información sobre el tema
y se pasaba horas y horas pensando en cómo dos hombres hechos y derechos pueden
jugar al ajedrez por correo, si serán personas normales o no, cómo viven
pensando siempre en un proceso tan lento como una partida de ajedrez por carta.
Se pone histérico si lo piensa y le puede dar una crisis de ansiedad.
A Felipe no le
gusta que le llamen viejo. Él dice que es una persona mayor que es muy
diferente. Sabe que a veces es un poco tocapelotas con su familia y no digamos
cuando se cabrea con alguien y ya pudiera ser el lucero del alba el que tiene
delante, que le dice –súbete aquí y verás París, o –como te dé una galleta te
jubilo, a ver si respetamos más a las personas mayores ¿ein?. Controlando la
dentadura postiza para que no se le salga. Felipe es un viejo de los que cuando
está en el paso de cebra esperando para cruzar y un coche frena para que pase,
él le dice enérgicamente –¡no, no sigue, pasa tú! moviendo el bastón. Después
termina cruzando en rojo. También le gusta hablar a voz en grito y cuando no
entiende algo dice –bueno, eso ya es para gente con carrera y para superdotados
o como se diga. Felipe vió una vez por la ventana de su cuarto de baño a su
vecina de enfrente en bikini tendiendo la ropa. Eso fue el verano pasado. Desde
entonces se pasa las horas muertas en el retrete esperando que salga agazapado
tras el ventanuco ya sea invierno o verano y como cierra el pestillo, asusta a
Pepita, su mujer. –Pero qué haces ahí tanto rato ¿Qué te has colao por el wáter
o qué? –¡Que ya voy!, si es que estoy estrenío. Y tira de la cadena pensando –la
virgen qué susto me ha dado la Pepita otra vez.
En el bar, cuando
hay fútbol no parpadea ante la televisión y le da por mezclar el fútbol con la
política porque tiene muy mala bebida y se le calienta la boca. Pero eso es
cuando hay fútbol. Felipe en su casa es un pedazo de pan porque respeta mucho a
Pepita con la que lleva cuarenta años
casado. No tienen hijos. Él a veces la ayuda con las tareas de la casa pero se
detiene en seco porque tiene dos hernias de disco que no lo dejan vivir y que
se trajo con el cheque de la jubilación de la fábrica de muebles donde trabajó
cuarenta años. Pepita le sonríe y le dice que se está poniendo chocho que para
qué se ha jubilado si le están saliendo botanas nuevas cada día. –El caso es
quejarse, dice medio airada y medio en broma pero siempre comprensiva. Felipe
oye eso mientras con la mirada perdida desde un sillón ve en la tele el anuncio
de una mujer que dice que tiene hemorroides pero luego se cura y pone cara de
alivio, luego ve dos viejos sentados en un banco cuyo único pasatiempo es
distinguir la tos de la gente que pasa ante ellos. –Eso es tos seca o eso es tos con mocos. Cuando
sale una mujer que viene del futuro, con una lejía del futuro y con un traje
del futuro, Felipe se queda dormido pensando –ya podía haber traído del futuro la vacuna
contra el cáncer en vez de una lejía, la gilipollas esta.
José Miguel Casado ©
El artículo dominical es ya tan tradicional como los churros
ResponderEliminarAsi es y también es por márketing porque se venden más periódicos y más blogs los domingos
ResponderEliminarun saludo Amigo