sábado, 5 de octubre de 2013

Autobús I


     Por la ventana del autobús se ven las personas muy rápido y en los semáforos en rojo cuando se para, se ven como en un documental. Un documental de gente corriente. Vemos sus movimientos como en un safari urbano en el que el observador pasa desapercibido. El que mira, cierra los ojos para retener una imagen como una foto grabada en la retina. Varias veces. Varias fotos. Hay una mujer mayor con un carro de la compra parada en un semáforo. La acompaña un hombre joven que le lleva otras dos bolsas. Hablan de papá que está un poco pachucho de las rodillas. También hablan del trabajo del hijo porque le quedan dos meses para que le cumpla el contrato y se le está poniendo mal cuerpo de pensarlo. Semáforo verde. Cruzan al otro lado de la calle y se pierden por una callejuela de adoquines.

     Un hombre mayor con rebeca de lana marrón y zapatos sin brillo, pasea un perro pequeño que se ha cagado en medio de la acera. Una mujer lo mira como si lo escaneara y sigue andando. El hombre la mira por detrás. Saca una bolsa como el que paga una fianza para salir de la cárcel y coge la cagada del perro. A pocos metros frente a él unos hombres encorbatados  vienen alegres como tunos y observan al hombre del perro, divertidos. Vienen de desayunar y vuelven al tajo en un banco. El hombre del perro los sigue con la mirada y piensa que ojalá pudiera atracar un banco porque ya está hasta los huevos. Piensa en sus hijos que han tenido que volver a casa porque se han quedado sin trabajo y sin casa. Todos viven de su pensión. 

     Una chica con un mandil negro va por la acera con un vaso grande de café con leche. Es peluquera tiene veintisiete años y hoy está contenta porque es viernes. Aunque tenga que trabajar todos los sábados por la mañana, está alegre. El efecto terapéutico de la cercanía del fin de semana es un hecho comprobado. Menos en las cajeras de supermercado con turno de tarde. Turno de sábado por la tarde. Aun así la gente está contenta los viernes. Es un remedio que la psicología moderna aún no ha tenido en cuenta. La peluquera  está contenta aunque su tiempo de descanso lo tenga que pasar de pie en la peluquería y tomándose el café con las clientas. Incluso con la vieja de ochenta años que va todos los viernes a peinarse y que es una vieja facha. No pasa un viernes sin que se acuerde de Franco y diga que antes se vivía mucho mejor. Es dueña de un bloque de pisos todos alquilados, viuda de un médico que murió hace ya cinco lustros y le dejó el bloque de pisos y un chalé en la playa. Un chalé con jardines y piscina que compraron en 1965. Tiene dos hijos. La hija vive en Madrid, es abogada y su hijo vive con ella y administra sus rentas.

     El autobús pega un frenazo porque un niño ha hecho ademán de cruzar la calle pero se ha quedado en la acera y el conductor se ha cagado en su puta madre mentalmente. Los viajeros se han alborotado. Con el frenazo, la gente que iba dentro del autobús ha seguido moviéndose a cuarenta por hora y se ha liado un sin dios. El niño le enseña el dedo corazón al conductor. El documental se ha convertido en una película de los hermanos Marx. Un chino hablaba en chino con un hombre que se parecía a Jack Lemmon. La extraña pareja, qué gran película. Una mujer se ha hecho daño en una rodilla con la barra del autobús. Una monja se ha presignado porque ha oído el taco que ha soltado una vieja bajita con gafas y moño, toda vestida de negro y que por poco se le cae la dentadura. El chino le ha dicho que se calme en chino y la vieja se ha quedado paralizada unos segundos eternos, agarrada a la barra y con la rodilla levantada.
                                                                         José Miguel Casado ©


No hay comentarios:

Publicar un comentario