sábado, 14 de abril de 2012

Antonio Malagutti

     Antonio Malagutti es un mentalista fracasado. Por supuesto no es su apellido verdadero. Cosas de la farándula. Estéticamente lo tiene todo. Ni muy delgado ni muy gordo. Estatura normal. Todo normal. Cara redonda con una perilla extremadamente pulcra y simétrica, mirada penetrante y dramática, peinado hacia atrás terminado en coleta y bien vestido para cada ocasión. Bien vestido regular. Es un poco hortera a veces. Camisas estampadas o de colores vivos, que lo matan. En lo referente a su faceta  pitoniso-profética-futuróloga, trabaja en una televisión local echando las cartas del Tarot y en un periódico de la zona poniendo los horóscopos. Es infalible para el desatino, claro. Pero inasequible al desaliento. Es un poco desastre y a veces en la tele dice con los ojos entornados “¿Cómo se llama su hijo Fernando?” o ya cuando ha metido la pata, “Son las cartas las que me lo dicen, ojo, las cartas hablan por mí.” En realidad ni sabe echar las cartas ni sabe predecir el futuro ni nada de nada. Para poner los horóscopos en el periódico, consulta un periódico nacional o periódicos viejos. Su carrera como mentalista es otro desastre. Mira a algún voluntario o voluntaria fijamente a los ojos y le dice muy serio “Yo soy su pasado, su presente y su futuro”. Pero no le mete miedo ni a un chihuahua. Cuando le dijo eso a un sargento instructor en la mili mirándolo fijamente, le soltó una hostia que todavía le duele. Ha hecho algún bolo por los pueblos en las fiestas de agosto. Antes de salir al escenario siempre pone la típica banda sonora de Jean Michel Jarre para impresionar pero casi siempre termina todo como el rosario de la aurora. Le predijo a una mujer del público por ejemplo el color de las bragas que llevaba. Algo así como “¿Puedo decirle el color de sus bragas?” entre un mar de parroquianos que miraron a la vecina, aliviados de no ser ellos el objetivo del pitoniso. También predijo el número del cupón de la Once del día siguiente y el número del gordo de Navidad. Pero nada. El marido de la mujer de las bragas se enfadó un poco y le puso un ojo azul oscuro casi negro y alguien le pinchó las cuatro ruedas del coche. Sus actuaciones las salva con algún número de cartas de ilusionismo barato. Cuando tiene tiempo se entrena con las cartas Zener, con otra persona para acertarlas por telepatía. Pero no acierta ni una de las veinticinco o si acierta alguna es por pura estadística. Se traga horas y horas de videos de mentalistas consagrados e intenta copiarlos pero no consigue encontrar el puntito ni la tecla que le haga dar el salto a la fama. Como siga con esa gráfica de fracasos en sus vaticinios y profecías… no pasará nada. En absoluto. El mundo seguirá siendo un sitio relativamente tranquilo. En el periódico nadie nota sus fracasos porque jamás llama a la redacción un Leo o un Tauro cabreado para pedirle cuentas, ni en las cartas al director reciben nada parecido a “Sr director del periódico soy una pobre anciana Sagitario enfadada…” y en la tele les da igual porque son unos cutres con más deudas que el ayuntamiento de Madrid y Antonio se las arregla para que las llamadas no acaben excesivamente mal. Como mentalista no valdrá pero como charlatán no tiene precio. Es experto en darle la vuelta a la tortilla dialéctica. Antonio Malagutti vive con su hijo de quince años y le dice a sus amigos que su padre está como unas maracas. Lo que más le gusta son sus ligues. Un día trajo a una mujer que lo miraba muy fijamente ya que era otra mentalista-psíquica que se parecía a Gracita Morales y que por lo menos mientras estuvo con ella, Antonio Malagutti vestía con gusto y no combinaba los verdes con los azules. Antonio intentó una vez meter en su repertorio, el tema del escapismo. Pero eso. Solo fue una vez. Hubo que llamar a los bomberos cuando se quedó colgado de una grua, sin desatarse ni un poquito. Allí estaba el tío colgado como una morcilla a veinte metros de altura y pidiendo socorro. El hijo le dice que es un patético y que por qué no se busca un trabajo normal, pero como sigue en la radio y en el periódico, se da aires de estrella de televisión y de periodista consagrado cercano a la clase  “periodista tertuliano” que es la clase cinco estrellas que anhelan todos los periodistas. A veces en el tiempo que hay entre llamada y llamada en la tele, que casi siempre es demasiado, Antonio como buen charlatán, tiene que improvisar algo.  Suele decirle a los televidentes que él les llevará por el camino recto y por la senda del guerrero. Que llamen para que les solucione y les encauce sus pobres vidas y que Nostradamus a su lado era un semiprofesional sin carnet. Eso sí bajo la mesa siempre hay un cubata de JB que son los que a él le gustan.

                                                           José Miguel Casado ©

1 comentario:

  1. Que ganas de que llegara el domingo...Achtung!

    Malagutti Antonio existe y además está en Facebook... sólo tiene cinco amigos. ¿historia real? ¿Fake? piénsenlo detenidamente...

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