sábado, 29 de septiembre de 2012

Tanatorio

          El tanatorio es ese lugar donde velamos a nuestros muertos. Es ese recinto de recogimiento y congoja donde la zozobra por una muerte cercana es más llevadera y acoge con la calidez de un hogar a todos los que quieren presentar sus respetos a la familia del finado. Sobre todo porque hay que pasar una noche en él. Es una de esas raras leyes no escritas que están arraigadas en tanta gente. Se ha convertido en algo comparable a un restaurante exceptuando la comida y la bebida que no hay, aunque todo llegará como llegó la noche de Halloween, Papa Noel o los cereales en el desayuno. El acontecimiento social es indiscutible ya que se encuentran amigos y enemigos que hace mucho tiempo no se veían y tienen que lidiar dialécticamente y mantener el tipo como estoicos campeones de esgrima, mientras dura el rato que las buenas maneras obligan a estar allí. Antes de las horas punta de un velatorio está la familia neta, más tarde la familia en bruto o más alejada y después van llegando los amigos y conocidos. Ahí es cuando empiezan a formarse los típicos corrillos y las conversaciones sobre lo bueno que era en vida el difunto, se diluyen y dispersan en trivialidades y morralla banal y vacía, típica de la masa variada y dispersa que ya no sabe de qué hablar. Se ven verdaderas peripecias y acrobacias inigualables que no se dan en ningún otro rito social.

      Dos personas están hablando y llega una tercera que coge del codo a una de ellas, para sentirlo mucho y darle el pésame. El otro se vuelve a ver a quién encuentra para no quedarse solo pero su mirada rebota con gente que conoce y que no conoce pero nadie rompe el hielo y el hombre se queda solo entre la multitud. Lo invade un horror y un vértigo al vacío de la soledad entre la gente y corriendo sale a la calle con un ataque de ansiedad. Miradas que se encuentran y que se conocen de toda la vida pero que nunca han cruzado palabra, eligen seguir así antes que presentar sus condolencias al familiar del difunto. Se oyen cosas como “Qué coincidencia…” , “¿Tú conocías a…?” o “Las funerarias son el único negocio que nunca quiebra, el tío está montado en el dólar”, sin olvidar aquello de “yo prefiero que me incineren es más limpio y menos engorroso” pero que luego en la práctica no se incinera ni Dios, son los comentarios que más suenan en esa babel de doscientos metros cuadrados que en hora punta parece una boda gitana en una taberna portuaria con risas y diretes de toda clase. El único que está en silencio es el que está en el ataúd.  Recuerdo con ternura aquellos velatorios domésticos en la propia casa del difunto en el que la familia no encontraba sillas para todos los que venían a presentar sus respetos y sus condolencias. Olor a invierno y a brasero de picón. Esa fila de mujeres vestidas de negro sentadas en un pasillo que se antojaba interminable, rezando el rosario y cosas del catecismo a media tarde. Ese ataúd acomodado en el exiguo salón de la casa con la familia alrededor como una foto antigua. Esos corros de gente en la calle y en las aceras entre los coches y esa persiana enrollada en la puerta de la calle. Esto solo pasaba en las casas de los pueblos. En un bloque de pisos de una capital cualquiera, encontramos imágenes como la de la vecina acongojada que se niega a subir a su casa porque han dejado un ataúd abierto en el portal. Cuando llega el ascensor abajo, la pobre vecina también se quiere morir. Vemos a los funerarios uno a cada lado del finado vestido de domingo, agarrándolo como dos amigos cogen en volandas al tercer amigo perjudicado por una noche de fiesta y que no lo sueltan para que no se caiga. Todo esto antes de ir al tanatorio, claro.


             José Miguel Casado ©




2 comentarios:

  1. Te veo alegre...el otoño? Como dice Sabina, "El traje de madera que estrenaré no está siquiera plantado" ¿Para cuando un "Sur del tiempo" sobre bares o algo así?

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  2. jjajajja...mejor descrito imposible...me vi reflejada en mucho de lo que cuentas y segurisimo que pronto se impondrá la moda de funerales de tipo americano con comida por medio..yo por si acaso voy a ir viendo catering para el mio..que por cierto si seré incinerada...a los 99 años claro jajajja que Caronte me espere muchisimos años...

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