sábado, 17 de marzo de 2012

La ferreteria del Grabiel

           Yo solo quería cinco tuercas del 10. La primera mujer de la cola de la ferretería de un total de tres personas, está pidiendo algo rarísimo que hace que el ferretero ponga cara como si le hablaran en chino. El dependiente entorna los ojos poniendo la cara estándar que pone 23,5 horas al día excepto cuando entorna los ojos para leer alguna letra pequeña o cuando está preocupado y le dice a la mujer:  –Vete a la droguería de la Chari, que tiene de to lo más raro que busques. Efectivamente no es la primera vez que lo que no encuentras en la ferretería lo encuentras en la droguería de la Chari en una clara invasión de competencias o intrusismo flagrante por parte de la Chari.(como dice J.J. Millás ¿qué demonios significará flagrante?). La segunda mujer que va antes que yo, compra un hornillo, una caja de tacos del 6 y cuando veo al ferretero sacar una paellera de metro y medio me pongo la mano en la cara pensativo y nervioso. La radio se oye con un hilo de voz monocorde y agudo dando la brasa con lo del tiempo soleado y la socorrida frase “más de lo mismo”.  En la ferretería ya no cabemos, hay unos dos metros cuadrados y con la paellera de metro y medio y el hornillo, no cabe ni un mal aire. El dependiente tiene una parsimonia extrema que a la hora de cobrar los productos realiza siempre con el mismo protocolo  y la misma ceremonia. Con aire solemne de sacristán abre un libro enorme de hojas plastificadas y como un vademécum en el que pone el precio desde el tornillo más insignificante hasta las paelleras de cuatro metros, busca el precio del producto. Miro hacia la calle de único sentido y en la espera me da tiempo hasta de ver un coche que se mete en dirección contraria. Estadísticamente es raro de ver pero a mí me ha dado tiempo. A punto de que pase de nuevo el cometa Halley una melodía de Camela me saca de mi estado contemplativo. Es el teléfono de la mujer que me precede.
-Dime primaa.
-En la ferreteríaa.
-Una “pajillera” mu bonica, un hornillo y una caja tacooos.
-Si, con el Juani.  Vaale ahora voy.
He oído la palabra pajillera pero no me lo creo. Compruebo que la mujer realmente habla así y el dependiente con cara de sacristán con tonsura y todo, la mira fijamente y por primera vez noto que tiene ojos en vez de dos puntos oscuros. Pone cara de chiste y sonríe. La mujer tiene cuarenta y tantos años, morena, una coleta alta con una goma de color rosa. Va vestida con chándal. La sudadera con capucha es de una marca, el pantalón de otra diferente y lleva pantuflas de estar en casa. Cuando la mujer termina de hablar por el móvil le dice al dependiente: -Grabiel, cóbrame. Grabiel riendo socarronamente abre el vademécum edición limitada de las ferreterías y tarda un huevo en buscar los tres precios que le tiene que decir a la cliente licenciada en Harvard. Menos mal que solo quiero cinco tuercas del 10. La cliente de la “pajillera” se despide y baja las escaleras de la ferretería con la dificultad de un hombre orquesta. Perdón de una mujer orquesta. En la calle está a punto de ser atropellada por la furgoneta del panadero y por un ciclista muy mayor. Conforme se aleja, se va pareciendo cada vez más a una chincheta gigante con la paellera a cuestas. Mientras, se oye de nuevo la musiquilla de Camela.


                                         José Miguel Casado ©

1 comentario:

  1. La seleccion musical muy acertada. Este es uno de esos sucesos programado en matrix que se repite invariablemente en todas las poblaciones. Yo lo he vivido exactamente igual. La realidad dista mucho de Manny manitas....

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