jueves, 15 de marzo de 2012

Pili, Engracia, la Alpujarra

      Lo peor que le ha podido pasar a Pili es que su padre no tenga carnet de conducir. Pili no tiene hermanos y su madre tampoco conduce. Nada del otro mundo, excepto que Pili vive en un pueblo de la Alpujarra. El día de Año Nuevo después de una Nochevieja de juerga con las amigas y después de acostarse a las seis de la mañana, su padre la llama a las siete para que lo lleve a él y a unos jamones de la última matanza a un almacén de Trevélez. Una hora de sueño. Solo una. Pili no da crédito a lo que le está pasando y siente como una losa la resaca y los cero grados que hay en la calle. Maldice el día que se sacó el carnet de conducir y odia a su padre en ese momento más que a nadie en el mundo. El problema de la Alpujarra es que en invierno cuando el cielo está encapotado y empieza a nevar, no tiene nada que envidiarle a los paisajes del Señor de los Anillos. Incluso hay gente parecida a la que sale en el Señor de los Anillos. Pili se toma un café y sale cabizbaja de su casa abrigada hasta la nariz e intenta recordar dónde tiene el Seat Ibiza, andando con pasos muy cortos. Doña Engracia tiene noventa años, bastón, luto hasta la cabeza y es vecina de Pili. Puerta con puerta. Se levanta todos los días muy temprano y ese primer día de enero también. Se presenta ante ella como una aparición en medio de una tempestad y le pregunta siempre cosas sin parar. Porque doña Engracia es muy preguntona desde que está sorda como una tapia. Una de las sorderas más severas tratadas por la medicina.
-Pili, Piliii.
Doña Engracia llama a Pili como si fuese un monolito negro enmarcada junto a la fuente de piedra de la pequeña plaza que hay junto a las casas y en la que pone 1921 tallado burdamente.

-Buenos días doña Engracia.
-¿Dónde vas tan temprano con el frío que haceee?
-A un mandado.
-¿A dónde?
-A llevar a mi padre a un sitio.
-¿Qué? ¿A dóndeeee?
Pili cree que está hablando con una vieja enlutada de metro y medio de la que sale una voz con demasiados decibelios que como balas acribillan su cabeza. Pili está en lo cierto y recuerda que lo que hay frente a ella y que le habla es doña Engracia, la vecina. Cree que está viviendo una pesadilla y los últimos whiskys de Nochevieja le martillean en las sienes. Pero la única pesadilla es doña Engracia en sí.  Pero qué mujer más pesada, piensa Pili. Con la última pregunta de doña Engracia Pili estalla.
-A la mierda, doña Engracia. Me voy a la mierdaaaa.
-Qué alegría hija tener coche para ir a todos los sitios.

                                                         José Miguel Casado ©



2 comentarios:

  1. queeee bueno. Este es el camino sin duda...

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    1. Gracias amigo mio pero es un camino demasiado largo y duro aunque no desisto
      Nabrazo

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